Todos los secretos oscuros by Paula Gallego

Todos los secretos oscuros by Paula Gallego

autor:Paula Gallego [Gallego, Paula]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-12-22T00:00:00+00:00


4

Esta vez es Elián quien aparece en el sueño. Me tiende la mano para ayudarme a ponerme en pie, igual que hizo aquella vez tras la tortura a la que me sometieron por haber dañado a otra aspirante a Lira, al pajarillo, que por aquel entonces era su mejor amiga.

Incluso en eso ella tenía más suerte que yo. Su mentor, Brennan, era tan duro como lo era Alya conmigo, pero al menos ella tenía a sus compañeros: un Alex que estaba loquito por ella aunque no se diera cuenta, un Elián que lo habría dejado todo para tomarla de la mano y sentarse a su lado hasta que pudiera ponerse en pie.

Por eso se sentó aquel día conmigo; porque cuando lo miré extrañada y no tomé su mano pensó que no podía ponerme en pie y decidió sentarse a esperar.

Pensó que era ella.

No me di cuenta al instante, tuvimos que hablar un rato, hasta que sus cejas se arquearon mucho, hasta que sus ojos azules parpadearon con la sorpresa, para comprender que Elián se había confundido: no sabía con quién estaba hablando.

No sabes quién soy, ¿verdad?, le pregunté, con un dolor que aquella vez no me molesté en ocultar.

Ahora lo sé, respondió. Perdona. Te he confundido con mi Lira.

Recuerdo que sus palabras se quedaron atoradas en algún rincón de mi caja torácica. Mi Lira. Yo quería ser la Lira de alguien. Quería que me miraran como él miraba a su amiga.

No me enfadó. No odié a Lira Brennan más por aquello. Le tenía envidia, sí, pero también descubrí que si alguien era capaz de quererla como lo hacía Elián debía tener algo bueno, algo que quizá yo no tuviera.

Tal vez por eso no me marché. Tal vez esa fuera la razón de que no lo mandara a paseo. Supe que él se quedaba conmigo por pena, por remordimientos por haber sido amable solo al creer que era otra persona… Pero no me importó. Dejé que me acompañara, que me preguntara, que hiciera bromas e intentara arrancarme una sonrisa.

Así fue como hice a mi primer amigo, sin contar con Amita, que era mucho más.

En el sueño Elián vuelve a tenderme la mano y esta vez quiero dársela, quiero ponerme en pie y huir de aquí, de la oscuridad pastosa que se aferra a mis tobillos, que me araña las piernas y me susurra al oído que todo esto no sirve para nada.

Pero yo no puedo moverme. El brazo no lo alcanza y Elián se desvanece en la negrura antes de que yo abra los ojos.

El corazón me late desbocado.

Una sensación terrible me oprime las entrañas y me levanto prácticamente dando tumbos.

Algo va mal, algo va mal, algo va mal… repite una voz en mi cabeza, y yo no puedo hacer más que arrastrarme al baño y vomitar la cena.

Descubro, en mi reflejo, mis propios ojos de nuevo; me miran como si me retaran y algo en mi interior late con una furia desposeída, recorre mis venas e infecta mi sangre, lo



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