Tras el fuego las cenizas by Luis Bolívar Troya

Tras el fuego las cenizas by Luis Bolívar Troya

autor:Luis Bolívar Troya [Bolívar Troya, Luis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2013-03-13T00:00:00+00:00


UN PUÑADO DE CARTAS

Marzo, 1940

Un hijo. Tenía un hijo. Ernesto se hacía la reflexión a sí mismo para alcanzar a comprender en su plenitud el significado del concepto. Ahora era consciente de las causas que habían dificultado el encuentro entre Helena y él. Cuanto más lo pensaba, más la compadecía. «Cómo tenía que haber sufrido». Sus peores augurios se habían cumplido. Helena siempre le había parecido una joven de clase alta, nada que ver con las informaciones que había recibido a lo largo de la investigación. Lo que no imaginaba era que fuera hija de uno de los hombres más ricos e influyentes de Barcelona. El hecho de que hubiera abandonado su casa a causa del embarazo lo asumía como responsabilidad propia. No dejaba de pensar que él tenía que haber estado allí para ayudarla.

Recordó aquellos días de abril del año 1937, cuando tuvo que volver del frente a causa del bombardeo de su vivienda y del fallecimiento de su madre. Tras el entierro, junto con su hermano, recogieron las pocas cosas de valor que en ella se hallaban. Le sorprendió encontrar un puñado de cartas en el fondo de un cajón del armario de su madre. Eran cartas de Helena. Su sorpresa fue mayúscula. Correspondía a una época en que él intentaba hacer comprender a sus padres el amor que sentía por ella, dieciséis años antes. Se sentó en un escalón, entre los escombros y allí las leyó, una tras otra. Ella le decía que había cambiado de dirección, que le esperaba, que quería saber de su vida. En todas reflejaba una imagen de optimismo. Recordó que en ninguna de ellas le hablaba de un niño, de su hijo (cuánto le costaba todavía imaginarlo). Conociendo a Helena, sabía que no lo colocaría en una situación comprometida. A pesar del dolor que sentía por la muerte de su madre lanzó una imprecación porque sentía que su vida le había sido robada.

Y ahora ella estaba muerta. La losa que la cubría se había convertido en un implacable guardián y un inevitable recordatorio de su ausencia. En cambio, él sentía una gran aprensión, un vacío enorme. Hasta aquel momento siempre había creído en la posibilidad de que un sorprendente descubrimiento le anunciara que todo había sido un error, que ella no estaba muerta y que lo estaba esperando. Tenía la sensación de ser un hombre sin alma, una cáscara vacía que podía ser arrojada al arroyo por una bocanada de aire. Imaginaba cómo hubiera sido su vida al lado de Helena. Ella hubiera dado color al blanco y negro que parecía haber dominado los últimos años en su vida. Ella murió defendiendo a su hijo, al hijo de ambos. A partir de aquel momento, la búsqueda de Guillermo se convertiría en el objetivo principal de su existencia. A pesar de defender una ideología muy alejada de la suya no pudo menos que admirar la firmeza con que se había opuesto a los anarquistas y había defendido a su abuelo.

Ernesto se giró en la cama.



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