Tigres de verdad (Serie Jackson Lamb 3) by Mick Herron

Tigres de verdad (Serie Jackson Lamb 3) by Mick Herron

autor:Mick Herron [Mich Herron]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788418363177
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2021-05-05T00:00:00+00:00


Era el calor. El calor y la botella, pero sobre todo el calor.

Y al mismo tiempo, también, y sobre todo, la botella.

Catherine tenía hambre, pero era incapaz de probar bocado porque comer algo supondría desbaratar el bodegón que conformaba la bandeja. Si se comía el sándwich, la manzana o la barrita energética, o si se bebía el agua, situaría el vino en primer plano, así que lo mejor era dejarlo todo como estaba para que el vino no pasara de ser un simple elemento del conjunto. Si continuaba siendo un elemento más, su amenaza se vería neutralizada, no supondría un peligro.

Poco antes se había dado un baño —¿qué clase de secuestro era ése, donde te servían bebidas en tu propia suite?—, pero sus abluciones matutinas le habían traído imágenes indeseadas a la mente porque había encontrado el cadáver de Charles Partner precisamente en una bañera. Y un tiro en la sien no era tan pulcro como muchos podrían imaginar: dentro de la cabeza había cosas que resultaba muy desagradables de ver.

Dejó que el agua escapara por el sumidero y, vestida sólo con la combinación, volvió al dormitorio, donde la diminuta botella de Pinot seguía esperándola como una granada de mano.

Algunas veces, Partner la llamaba Moneypenny: era una forma de mostrarle su afecto. Llevaba algún tiempo sin beber cuando él se suicidó, y seguía sobria desde entonces, así que... ¿por qué demonios ese botellín de vino le parecía ahora tan peligroso?

«Ningún día sin beber es un día perdido.»

Era un pensamiento recurrente, un mantra que se repetía al acostarse por las noches, una pequeña victoria con la que terminar el día. Porque ningún día sin beber era un día perdido: con independencia de lo que hubiera hecho o dejado de hacer durante la jornada, siempre le quedaba ese salvavidas para cuando llegara la hora azul. Cada nuevo día sin beber era uno más que sumar al total y, aunque no llevaba la cuenta exacta —como sí hacían muchos alcohólicos en rehabilitación—, tampoco lo necesitaba: cada día tenía valor en sí mismo porque lo único que importaba era el presente.

En ese momento, sin embargo, se le ocurrió que su mantra tenía una lectura adicional: si desde que había dejado de beber no había perdido ni un solo día, bien podía permitirse perder alguno. Al fin y al cabo, la cuenta de los días provechosos no variaba. Era como el dinero en el banco: si una semana no hacías un ingreso, eso no significaba que tus ahorros se redujeran.

Volvió al cuarto de baño para mojarse un poco la cara y refrescarse. Quizá debería comerse la manzana y beber un poco de agua. El vino seguiría camuflado por el sándwich y por... la barrita energética. ¿Qué tipo de secuestradores te llevaban a la habitación una barrita energética? Aquello iba más allá del absurdo. También podía mezclar el vino con el agua, y entonces ni se notaría. Sería como tomar un medicamento. Así, el vino ya no estaría en la bandeja y ya no tendría que pensar más en él.



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