Su rockero billonario by Jessa James

Su rockero billonario by Jessa James

autor:Jessa James [James, Jessa]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Jessa James


6

Kit

* * *

Mis ojos se abrieron y mi pene se puso duro al instante cuando me volteé para encontrarla desnuda en la ducha conmigo.

Demonios.

“Hola”.

“Hola”.

Ella puso su mano en mi pecho, haciendo un pequeño círculo que eliminó todos los malditos pensamientos de mi cabeza. Nada. No había nada en mi cabeza más que ella. Solo la vista de su cuerpo desnudo. Ella se acercó; sus ojos azules estaban nublados con lujuria, secretos y anhelo. “¿Está bien si hablamos después?”.

Luz verde. Vamos.

Claro que sí.

Mi respuesta fue bajar mi cadera a la de ella y acercarla.

Nuestras bocas se fusionaron y yo olvidé respirar. Este no era el beso de la dulce chica que me dio su virginidad hacía tantos años. Este beso era caliente y mojado; sus labios demandaban una respuesta.

Mi pene pulsaba y crecía entre nosotros al punto que me dolía. Su cuerpo era caliente y flexible y yo exploré cada pulgada que podía alcanzar con una necesidad frenética y patética de volver a aprehender sus curvas, de reclamar mi territorio. Su piel era suave; sus curvas, más deslumbrantes de lo que recordaba.

Mía. Ella era mía.

Yo la levanté en contra de la pared de baldosas y besé todo su cuerpo, deteniéndome para adorar sus senos, chupar sus pezones y sobar mi barca por la curva de su cadera de la forma que sabía que la haría estremecerse.

Arrodillándome, abrí sus piernas y usé mis manos para abrirla hacia mí, hacia mi lengua.

Sus dedos se volvieron puños en mi cabello y sus piernas comenzaron a temblar, pero yo no iba a detenerme y no iba a ser gentil.

Miré sobre su cuerpo para ver su mirada nublada. Sí, ella estaba conmigo.

No había ternura en mí, no ahora mismo. Necesitaba que ella gritara mi nombre. Necesitaba sentir que su vagina pulsara y se apretara en mis dedos mientras chupaba su clítoris con mi boca. Necesitaba conquistarla.

“Kit”. Mi nombre era más un gemido que una palabra.

Sí. Eso era lo que necesitaba escuchar.

Yo chupé y lamí, coloqué dos dedos dentro mientras la trabajaba con mi boca, recordando exactamente cómo le gustaba. Ella se vino encima de mí unos segundos después, sus suaves gemidos eran mejores que cualquier canción que hubiera escrito.

Si yo pudiera hacer una canción que sonara como la mujer que un hombre amaba corriéndose en sus brazos, yo sería el hombre más rico del planeta. Podría escuchar esa mierda toda la noche, y yo iba a hacerlo.

Sus piernas estaban muy débiles para sostenerla cuando alcancé a apagar el agua, pero su mano alcanzó la mía y me detuvo antes de que pudiera hacerlo. “No. Te quiero aquí. Como antes. En contra de la pared, como solíamos hacerlo”.

Maldición.

Sus palabras me hicieron recordar. Whitmore tenía buenos vestuarios con duchas y ninguno de los dos quería ir a casa nunca. Ella, por una madre que bebía mucho y un padre que se la pasaba más tiempo quejándose de la vida que trabajando. Yo, por unos padres de la Ivy League a los que nunca podría complacer y por dos hermanos mayores.



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