Solo para mis sentidos by Diego del Río Balboa

Solo para mis sentidos by Diego del Río Balboa

autor:Diego del Río Balboa [Balboa, Diego del Río]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Punto Rojo Libros S.L.
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


La abracé con todas mis fuerzas y la apreté contra mí, para que sintiera el mismo calor que yo sentía cuando mi padre me abrazaba, y así reconfortar su alma y su espíritu, Isabel no pudo resistir la tentación y se abrazó también a nosotros llorando, haciendo que mi alma sintiera que formaba parte de uno de los momentos más emotivos y entrañables de mi vida.

Así permanecimos durante al menos cinco minutos, en ese tiempo descargamos nuestros corazones de la pena que lo había invadido, nos desahogamos solo con oír la entrecortada respiración de los tres casi al unísono y poco a poco fuimos soltándonos, lentamente fuimos desenmarañando los brazos y los cuerpos, hasta entonces fundidos en el emotivo abrazo, tenía las rodillas doloridas, no caí en la cuenta hasta que decidí ponerme en pie, dejamos que la sangre fuera fluyendo por nuestros brazos y retomamos nuestra postura natural.

Cuando volví a mirarla, noté como su rostro había perdido el halo de locura que antes lo envolvía, sus ojos llenos de lágrimas exhalaban una ternura inusitada, irradiaba amor, era algo que nunca habíamos visto, Isabel y yo nos miramos, y entendimos de repente lo que significa amar de verdad, sin importarte los defectos de la otra persona o lo injusta que pueda llegar a ser, amar sin mezquindades, amar sin esperar nada a cambio, amar plenamente hasta el punto de no importarte tu vida, si no la de la persona que amas, en definitiva AMAR con mayúsculas.

―Tengo algo para ti, Irene.

Ella fijó sus ojos en los míos, al hacerlo hizo una mueca como de sorpresa, por un momento la lucidez le recorrió su mente.

―¿Dónde está David?

No ha podido venir, me manda para que te dé algo de su parte, me dolió mentirle pero no sabía qué hacer y me pareció lo más oportuno, tal y como estaban las cosas.

Ella sin dejar la mueca de sorpresa, dijo: ¿pero dónde está?, ¿va a venir luego?

Está acabando una novela para ti, me ha dado esto y me ha dicho que te quiere, alargué mi mano y le entregué la nota que había escrito David, ella la cogió y se dispuso a leerla.

Por cada renglón que leía, una lágrima resbalaba por su mejilla hasta caer en su falda, de vez en cuando esbozaba una pequeña sonrisa que hacía que se ruborizara.

Cuando terminó y levantó sus ojos del papel, era otra persona, no quedaba ni un atisbo de la mirada apenada y perdida que tenía cuando entramos, su rostro se había iluminado de una forma casi mágica, sus ojos aunque llorosos aún, desprendían luz propia, y los signos de su apagada belleza, dieron muestras de que aún era una de las mujeres más bellas que yo he conocido.

―¿Quieres mucho a David verdad? Dijo Isabel sacándome del trance.

Es mi vida, no soy nadie sin él, sé que está enfermo, aunque quiera ocultármelo, pero no me deja cuidarle, no sé el tiempo que le quedará, pero quiero vivirlo junto a él, sea poco o mucho, quiero estar a



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