Sin reproches by Daniel Woodrell

Sin reproches by Daniel Woodrell

autor:Daniel Woodrell [Woodrell, Daniel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1992-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 9

A lo largo del trayecto que lo alejaba de la costa y lo adentraba en la noche, Manduca Pumphrey había confiado por completo en el mapa geográfico que conservaba en la memoria y, como resultado, se había desviado considerablemente de su destino. El atlas mental se le había emborronado en la frontera del estado de Alabama, aunque no lo suficiente como para preocuparse, y se había zambullido en la oscuridad de la noche para, por fin, acabar en un lugar que no aparecía en absoluto en su recuerdo. Pese a todo, era incapaz de aceptar que se hubiese perdido. No había visto ningún cartel que anunciase la proximidad de Memphis y estaba seguro de que tenía que pasar por allí antes de llegar al gran río. O, si no Memphis, desde luego Arkansas, o alguno de aquellos estados sureños cuyo nombre se le había olvidado por completo, pero cuyas carreteras debían de seguir allí, esperando el rugido de su coche. El caso es que Memphis no había aparecido, ni el nombre, recordado u olvidado, de ninguno de aquellos estados.

Ya de madrugada, con apenas una luna cubierta de nubes en el cielo, el Manduca tuvo que admitir que se había perdido y se puso a estudiar las señales de la carretera con tanto ahínco que el Escarabajo se salió de la calzada, atravesó una zanja y fue a estamparse contra una valla publicitaria donde se leía: «Visite Rock City». El faro derecho parpadeaba y del guardabarros se habían desprendido unos pedazos de metal y habían rajado el neumático delantero que, inutilizado, había emitido un silbido de enojo.

El Manduca inclinó la cabeza, ilesa, sobre el volante y besó el claxon del coche.

—Lo siento —dijo.

Aunque todavía era muy temprano, ya iba por el Salem número tres cuando encontró una granja y llamó a una grúa. La grúa arrastró el Escarabajo hasta un lugar llamado Natchez y el Manduca se vio atrapado allí hasta que Virgil o Bill, el mecánico a cargo, encontrara el momento de satisfacer las necesidades de su coche.

A medida que amanecía, el Manduca descubrió que, por lo menos, había llegado al río y que aquel municipio era uno de esos lugares que rebosan historia. Tras pasar un rato en el taller de Virgil y Bill, y viendo que había más gente en su situación y que la espera se alargaría, el Manduca se encajó el sombrero de lado y salió a pasear por una loma con vistas a aquella gran extensión de agua marrón.

La loma estaba cubierta de hierba y tenía parterres delimitados con rocas. Daba la impresión de que alguien recogía las hojas en cuanto caían, pues apenas había en el suelo. Resultaba extraño que hiciese tanto calor. Era época de ir con chaqueta, pero la temperatura invitaba a ponerse manga corta. El Manduca, vestido de negro, había empezado a sudar. Una señora, solícita, le tendió uno de los folletos con los que se estaba abanicando y él se sentó en un banco a leerlo.

Antes de empezar a



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.