Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? by Mark Fisher

Realismo capitalista. ¿No hay alternativa? by Mark Fisher

autor:Mark Fisher [Fisher, Mark]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2009-01-01T00:00:00+00:00


Al invocar la idea de que «No hay alternativa» y recomendarles a los docentes «ser más astutos en lugar de trabajar más duro», el realismo capitalista fija la tónica para las disputas laborales que pueden ocurrir al interior del posfordismo. Terminar con el régimen de inspecciones, según la observación sardónica de un profesor, parece más difícil que el fin de la esclavitud. Este fatalismo solo enfrentará un desafío serio si emerge un nuevo sujeto político (colectivo).

«Ser realista» alguna vez significó estar a tono con la realidad experimentada como algo sólido e inmóvil. El realismo capitalista, sin embargo, implica que nos subordinemos a una realidad infinitamente plástica, capaz de reconfigurarse en cualquier momento. Estamos frente a lo que Jameson, en el ensayo «Las antinomias de la posmodernidad», llamó «un presente puramente fungible en el que el espacio y las psiques pueden reprocesarse y rehacerse a discreción». La realidad de la que estamos hablando es parecida a la multiplicidad de un menú de opciones disponible para un archivo digital en el que ninguna decisión es conclusiva: siempre son posibles las revisiones y en cualquier momento se puede volver a un momento anterior de la historia del archivo. El gerente medio al que hice referencia en el capítulo anterior hacía una especie de arte de esta adaptación a una realidad «fungible».

Aseveraba con toda la confianza un relato lleno de optimismo sobre el instituto y su futuro, sobre qué resultados podrían tener las inspecciones, sobre lo que estaban pensando los de arriba, etc. Y al día siguiente, literalmente, con total desparpajo, nos lanzaba una afirmación por completo contraria. No se trataba de ninguna manera de repudiar sus dichos previos; más bien parecía no acordarse de haber propuesto otra versión de las cosas en el pasado inmediato. Supongo que eso es precisamente una «buena gerencia». También es quizás la única forma de mantenerse en buena salud en medio de la inestabilidad del capitalismo. Digamos que este gerente era entonces un modelo radiante de salud mental: de todo su ser se desprendía la bonhomía fraterna de quien repite «buenos días, señorita, buenos días tenga usted» al cruzarse con alguna profesora. Solo es posible mantener tanta alegría con una ausencia casi total de reflexividad crítica y con una capacidad interminable, como la que tenía este hombre, para aceptar de modo cínico cualquier directiva de la autoridad burocrática. El cinismo de la aceptación es lo esencial: de ella depende la preservación de la imagen del izquierdista de la década de 1960, el viejo izquierdista que «no cree realmente» en el proceso de auditorías que al mismo tiempo hacía cumplir con pulcritud. Este desplazamiento obedece a la distinción entre la actitud subjetiva interna y el comportamiento exterior a la que ya me he referido. En su actitud subjetiva interna, el gerente es hostil, incluso contestatario en su perspectiva sobre los procedimientos burocráticos que supervisa; pero en su conducta exterior, es perfectamente complaciente. En simultáneo, entre los trabajadores, es el desapego subjetivo de las tareas de auditoría lo que les permite seguir haciendo un trabajo insensato y desmoralizante.



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