Ponte en mi piel by Emma Lira

Ponte en mi piel by Emma Lira

autor:Emma Lira [Lira, Emma]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2019-02-05T05:00:00+00:00


CAPÍTULO 3

[CATHERINE]

Comencé a hablar de nuevo el día que murió el rey. Llevaba tanto tiempo sin hacerlo que creí que mi mente había olvidado el arte de articular palabras. Sabía que no había sido así siempre. En mis sueños y en algunos recuerdos dispersos, yo me veía hablando; incluso recordaba el timbre de mi voz. Cuando llegué a la corte, siendo muy pequeña, desbordada de imágenes de muerte, sangre y miedo, no pude hablar.

Fui a parar a un mundo muy distinto del mío, repleto de personas, de colores imposibles, idiomas diferentes y salones inmensos, donde el sol era solo un reflejo pálido en los cristales. Un mundo en movimiento constante en el que todos teníamos un papel, como en los bailes de fantasía que montaba la reina cada noche. Allí aprendí que no hablar es como no existir. Y creí que podría pasar sin ser vista, sin ser sentida casi. Yo quería pasar desapercibida, esconderme. Había visto de cerca, muy de cerca, lo que pasaba cuando eres diferente. Cuando protestas. Cuando llamas la atención. Quería ser invisible. Y creo que lo habría conseguido de no ser por la reina.

La reina Catalina se fijó desde el principio en mí. Creo que llegó adentro, a algún lugar muy al fondo de mi mente. Luego diría que se vio reflejada en mí. Que ella era muy niña cuando vivió el asalto de su casa, cuando los hombres trataron de llevársela, cuando murieron por decenas los que trataban de defender a su familia… Debo reconocer que su relato me impresionó. Me sentí más cercana a ella cuando me lo dijo, pero no pude evitar mirarla con un puntito minúsculo de envidia: la reina había sido afortunada. Mi familia no tuvo a nadie que muriera por ellos.

Quizá por ello me adoptó de una forma feroz y posesiva y se empeñó en domesticarme. Compartía sus tiempos de lectura y bordado, y me llevó a dormir a su cámara, a los pies de su cama, donde yo era casi feliz, enroscada como un gato. Comprendió antes que yo que intuía algunas cosas y que en esos momentos en que me quedaba quieta, muy muy quieta, no era que no escuchara ni desobedeciera; estaba en otro sitio, muy lejos, en una casita del color de la sal frente al Atlántico. Ella no sabía aún que yo necesitaba el silencio para tratar de escuchar las voces de mis hermanos. Sentía que me cuidaban desde algún otro sitio como hicieron en vida. Ya no tenía sus brazos para cogerme en ellos, para correr conmigo, para esconderme…, pero había algo de ellos que permanecía, acompañándome siempre. Como teníamos prohibido jurar, me habían prometido solemnemente que no me dejarían sola. Tenían que cumplirlo.

—Pobrecita. No se acuerda de nada.

Me acostumbré a escuchar esa frase, casi como si pensaran que no hablar era sinónimo de no oír. Claro que me acordaba. De mucho más de lo que todos pensaban. De mucho más de lo que me hubiera gustado recordar. Pero si no lo contaba, no existía.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.