Pleamar by Antonio Mercero

Pleamar by Antonio Mercero

autor:Antonio Mercero [Mercero, Antonio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2021-04-08T00:00:00+00:00


El dinero de las niñas

Lo suele recibir el olor de la comida cuando llega de trabajar, a las tres y veinte si no hay mucho tráfico, y María, al oírlo entrar, lo saluda normalmente desde alguna estancia. Pero la devastación ha alterado las rutinas: nadie cocina en la casa desde la desaparición de sus hijas, y el único ruido que oye es el de sus propios pasos en la tarima flotante, que siempre cruje y sabotea su andar sigiloso. A pesar del silencio, sabe que su mujer está allí. Tiene el olfato entrenado para detectar su perfume.

La encuentra en el estudio, tumbada en el sillón reclinable, los ojos cerrados y la postura beatífica del que se va a someter a una manicura o a cualquier tratamiento de belleza. Müller se queda mirando el escote moteado de pecas, los pechos subiendo y bajando al compás de la respiración. Siempre se ha sentido afortunado al tener de pareja a una mujer tan hermosa. En una mesita hay un plato con migas, los restos de un sándwich que habrá servido de almuerzo. A él le tocará picar algo de la nevera.

—¿Qué tal el trabajo?

La pregunta parece llegar desde la profundidad del sueño, pero es evidente que está despierta y prefiere mantener los ojos cerrados un ratito más. Tobías no responde. Comprende, por la indolencia que comunica ella, que la conversación, si quiere suscitarla, tendrá que ser allí mismo. De modo que se sienta en una butaca hasta que ella, alarmada por su silencio, abre los ojos.

—¿Pasa algo?

—Ha estado la policía en la consulta. Preguntando por Cati.

María se incorpora y al hacerlo el pie del sillón se pliega. Es como un androide saliendo de su letargo.

—¿Qué les has dicho?

—Creen que yo he encargado su muerte.

—¿Les has contado todo?

—Solo lo que me han preguntado. No saben nada. Pero es cuestión de tiempo, están husmeando, María.

—Deberían dejarnos en paz, acabamos de enterrar a una hija.

—No van a parar.

—Tus problemas en el quirófano no tienen nada que ver con la desaparición de las niñas, no sé por qué tienen que meter las narices ahí.

—¿No tienen nada que ver? ¿Estás segura?

María crispa los labios y su mirada se acera.

—Tú les pediste su dinero para cubrir la indemnización —sigue el doctor.

—Porque tú decías que no nos podíamos fiar del seguro.

—Nunca te puedes fiar del seguro. Su negocio es no pagar. Es así de claro —responde seco Tobías intentando cerrar una conversación que no quiere extender.

—No entiendo tu desconfianza. Los médicos tienen un seguro muy fuerte de responsabilidad para cubrir las denuncias de negligencia.

—Eso no está tan claro, hay muchos precedentes, no podemos fiarnos.

—Pues entonces no me parece mal que las niñas arrimen el hombro. ¿Para qué quieren tanto dinero?

—Es su dinero.

—Y somos sus padres. ¿Tan horrible es que nos ayuden cuando lo hemos dado todo por ellas?

—¿No te das cuenta de que se han ido por eso?

María se levanta como si esa frase hubiera accionado un resorte. Coge el plato con las migas y Müller evoca por un segundo la discusión reciente.



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