Mujeres, dones, mulleres, emakumeak : estudios sobre la historia de las mujeres y del género by AA. VV
autor:AA. VV. [AA. VV.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2019-03-01T00:00:00+00:00
«EL MALESTAR QUE NO TIENE NOMBRE»: EL GIRO AL CUERPO
El estado emocional que padecieron las mujeres en los años 60 fue bien definido por la popular obra La mÃstica de la feminidad (1963), de Betty Friedan, como «el malestar que no tiene nombre». Una «inquietud extraña, una sensación de insatisfacción, un anhelo[801]» que las mujeres sentÃan quince años después de la Segunda Guerra Mundial. «¿Es esto todo?», se preguntaban las amas de casa de clase media con cierta sensación de culpa, ya que parecÃa que habÃan conquistado la felicidad prometida y, sin embargo, sufrÃan un sÃndrome de ansiedad y de tristeza desconocido.
Este malestar no fue un sÃndrome exclusivo de las mujeres norteamericanas[802]. En España, las amas de casa sufrieron estos mismos sÃntomas que se expresaron de muchas formas, y se somatizaron en forma de fatiga e impotencia. El relato en primera persona de MarÃa Luisa representarÃa a toda una generación de mujeres de los años 60 y 70: «Siempre he tirado de la carga hasta que no puedes más, o sea, una pasada. Era demasiado, y muchas veces estabas, incluso de mal humor, cabreada e impotente[803]». Genoveva Bernard, autora del libro El ama de casa (1964), ya habÃa detectado un año antes de que se publicara en España La mÃstica de la feminidad[804] un ambiente parecido entre las mujeres españolas clasificando el abanico de sÃntomas fÃsico-psÃquicos según sus intensidades: la sed y el sueño indicaban melancolÃa, los dolores del cuerpo expresaban una profunda fatiga fÃsica, y si las mujeres estaban irritables, lloraban y estaban más cansadas de lo habitual, entonces la fatiga era psÃquica. Las mujeres intentaron interpretar lo que les ocurrÃa haciendo una lectura de su cuerpo todavÃa de forma muy intuitiva sobre lo que sucedÃa. «Me siento como vacÃa» o «Me siento como si no existiera[805]», afirmaban.
«El malestar que no tiene nombre» alude a un estado emocional que, como tal, se ubica en el cuerpo como instancia de experiencia. Consiste en la expresión de un sufrimiento todavÃa ininteligible debido a la inadecuación entre el sentir de las mujeres y los marcos de interpretación hegemónicos o autorizados. La angustia irrumpe, por lo tanto, de forma prelingüÃstica. «No tenÃa nombre» porque no se adecuaba a los discursos emancipatorios que tenÃan a su disposición y que interpretaban la opresión sobre bases materiales propias de las relaciones económicas de producción. En pleno desarrollismo de los años 60 las mujeres se preguntaban cómo era posible que, habiendo alcanzado cotas de bienestar impensables, ellas fueran infelices. Me interesa este aspecto por las consecuencias que tiene en la reformulación de lo que entendemos por experiencia: la determinación de la sensorialidad en la producción de significado desborda las categorÃas disponibles. El significado no se produce, por lo tanto, a través de la mente, sino a través del cuerpo, concebido en su sentido spinozista, como un conjunto de emociones, como espacio que es afectado por el mundo y por la vida social. Y, a su vez, como espacio que afecta al mundo, que tiene un papel activo en la producción de significado.
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