Mr Gwyn by Alessandro Baricco

Mr Gwyn by Alessandro Baricco

autor:Alessandro Baricco [Baricco, Alessandro]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-01T05:00:00+00:00


37

Pasaron los días, y una tarde una bombilla se apagó. El viejecito de Camden Town había trabajado bien. Se apagó sin titubeos y silenciosa como un recuerdo.

Rebecca se volvió para mirarla —estaba sentada en la cama, fue como una imperceptible oscilación del espacio. Sintió una punzada de angustia, le fue imposible evitarlo. Jasper Gwyn le había explicado cómo iba a terminar todo aquello, y ahora sabía qué iba a pasar, pero no a qué velocidad, o con qué lentitud. Desde hacía tiempo había dejado de contar los días, y siempre se había negado a preguntarse cómo iba a ser el después. Tenía miedo a preguntárselo.

Jasper Gwyn se levantó, caminó hasta debajo de la bombilla apagada y se puso a observarla, con un interés que se habría dicho científico. No parecía inquieto. Parecía preguntarse por qué precisamente aquélla. Rebecca sonrió. Pensó que si él no tenía miedo, tampoco iba a tener miedo ella. Se sentó en la cama y desde allí vio a Jasper Gwyn paseando por el estudio, con la cabeza agachada, por primera vez interesado en aquellas hojitas que había clavado en el suelo, y que nunca había vuelto a mirar. Recogió una de ellas, luego otra. Sacaba la chincheta, cogía el papelito, se lo ponía en el bolsillo y luego iba a dejar la chincheta en un alféizar, siempre el mismo. El asunto absorbía toda su atención y Rebecca se dio cuenta de que ella podría hasta marcharse sin que él se percatara siquiera. Cuando se apagó la segunda bombilla, ambos se volvieron para mirarla, un instante. Era como cuando uno está a la espera de las estrellas fugaces, en las noches de verano. En un momento dado Jasper Gwyn pareció acordarse de algo, y entonces fue a bajar el volumen del loop de David Barber. Con la mano en el mando, mantenía la vista clavada en las bombillas, y buscaba una simetría milimétrica.

Ese día Rebecca volvió a casa y le dijo al novio gilipollas que si por favor podía marcharse, sólo durante unos días —dijo que le gustaría estar sola por un tiempo. ¿Y adónde me voy?, preguntó el novio gilipollas. A cualquier sitio, dijo ella.

Al día siguiente tampoco fue a trabajar con Tom.

Se le había metido en la cabeza que algo se estaba terminando, y quería hacerlo bien, quería hacer sólo eso.

Jasper Gwyn debía de haber tenido también una idea no muy distinta, porque cuando llegó al estudio, al día siguiente, Rebecca vio restos de una cena, en un rincón, por el suelo, y comprendió que Jasper Gwyn no había vuelto a su casa, por la noche —ni volvería a hacerlo antes de que todo aquello terminara. Pensó en lo exacto que era aquel hombre.



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