Montañas injustas by Agustín Faus

Montañas injustas by Agustín Faus

autor:Agustín Faus [Faus, Agustín]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Deportes y juegos
editor: ePubLibre
publicado: 2004-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo IX: Las injusticias de la Jungfrau

En los Alpes hay muchas montañas, muchísimas. Todas son altas, todas son imponentes, todas son bonitas. Y cada una tiene su personalidad según su presencia, según su entorno, según su historia. Pero ninguna, vista desde el fondo del valle, tiene la belleza y el simbolismo que siempre ha originado por su presencia la Jungfrau en el Oberland Bernés. En el corazón de los Alpes de Suiza.

Por lo general las montañas tienen nombre masculino, como el Mont Blanc, el Cervino, el Mont Brulé y muchos más en los Alpes, y el Aneto y el Monte Perdido en los Pirineos, y el Everest y el K2 en el Himalaya. Es menos corriente que tengan nombre femenino pero también los hay, pues tenemos las Grandes Jorasses en los Alpes, y la Pica d’Estats, la Maladeta y la Collarada en los Pirineos. Pero la más universal de las montañas «femeninas» es la Jungfrau.

La Jungfrau siempre ha recibido esta apelación desde que en tiempos antiquísimos fue fundada y habitada la población de Interlaken y, más tarde, la de Grindelwald. La presencia de la Jungfrau es femenina, atrayente. Es enorme pero de líneas tan bonitas, tan blancas y tan diáfanas que no podía recibir un nombre rudo y masculino. Los mismos duros pastores y leñadores de la montaña, que serían los primeros en descubrirla, serían también los primeros en considerarla montaña femenina e inventarse su leyenda.

Desde tiempo inmemorial, cuando los primeros hombres que llegaron a Grindelwald descubrieron aquella alta e impresionante montaña, tan blanca y diáfana, todos pudieron imaginar que sus luces, transparentes en la mañana, eran como suaves velos de una novia. Y que su armónico perfil siempre les recordaría a una airosa mujer. Por ello la llamaron Jungfrau, palabra que traducida a nuestra lengua significa «joven dama», «bella señora», «grácil esposa».

La Jungfrau tenía montañas vecinas, las cuales, lógicamente, también tenían que recibir nombres adecuados, como si fueran todas una familia: a la izquierda de la Jungfrau se alza una montaña casi tan alta como la Joven Dama, también blanca y agradable, mas a pesar de ello, tiene un toque masculino; pronto se le encontró parecido a un monje bueno con hábito blanco y por eso le llamaron «Mönch» (el Monje). Y más a la izquierda, queda otra montaña, esta más agria, algo más baja, más negra, más llena de nubes, más hosca… A esta la llamaron Eiger (El Ogro). La imaginación popular había agrupado a las tres cumbres dándoles la personalidad de hermanos: la mayor era la «Joven Dama», bella, estética, accesible… pero mujer al fin, porque se podía poner dura cuando quisiera. El hermano mediano era el «Monje», blanco y bueno, sin dar muchos problemas y agradable a todos. Y el pequeño, también un chico, era áspero, duro, realmente malo: el Eiger, el terrible Ogro. La historia de estas montañas ha dado razón a la leyenda o puede que fuera la leyenda la que creara su historia. El Eiger, con su complejo de no alcanzar los «cuatro



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