Mont oriol by Guy de Maupassant

Mont oriol by Guy de Maupassant

autor:Guy de Maupassant [Maupassant, Guy de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Roman
publicado: 1886-12-31T23:00:00+00:00


Segunda parte

I

El primero de julio del año siguiente, la estación termal de Enval estaba casi irreconocible.

En la cumbre del montículo, asentado entre las dos bocas del valle, se alzaba un edificio de estilo árabe en cuya fachada se leía la palabra Casino en letras doradas.

Habían aprovechado un bosquecillo para hacer un parque pequeño en la ladera que bajaba hasta la Limagne. Delante del edificio se extendía, dominando la extensa llanura de Auvernia, una terraza sustentada por un muro adornado de punta a punta por grandes jarrones de mármol de imitación.

Más abajo, entre los viñedos, seis chalés mostraban, de trecho en trecho, las fachadas de madera barnizada.

En la ladera que daba al sur, una inmensa construcción enteramente blanca atraía desde lejos la atención de los viajeros, que la divisaban al salir de Riom. Era el gran hotel de Mont-Oriol. Y justo debajo, al pie mismo de la colina, una casa cuadrada, más sencilla, pero amplia, rodeada de un jardín por el que pasaba el arroyuelo procedente de la hoz, brindaba a los enfermos la milagrosa curación que prometía el folleto del doctor Latonne. En la fachada ponía: «Termas de Mont-Oriol». Luego, en el ala derecha, con letras de menor tamaño: «Hidroterapia. Lavados de estómago. Piscinas de agua corriente». Y en el ala izquierda: «Instituto médico de gimnasia automotora».

Todo era blanco, de un blanco flamante, reluciente y crudo. Aunque el balneario llevara ya abierto un mes, aún había obreros trabajando: pintores, fontaneros, terraplenadores.

El éxito, por lo demás, había sobrepasado ya desde los primeros días las esperanzas de los fundadores. Tres médicos importantes, tres celebridades, los señores profesores Mas-Roussel, Cloche y Rémusot, habían tomado bajo su protección la nueva estación termal y habían accedido a residir por un tiempo en las viviendas de la Sociedad de Chalés Móviles de Berna que habían puesto a su disposición los administradores del balneario.

Por influencia de estos médicos acudía gran multitud de enfermos. El gran hotel de Mont-Oriol estaba lleno.

Aunque los baños habían empezado a funcionar ya en los primeros días de junio, la apertura oficial de la estación termal se había retrasado hasta el primero de julio para atraer a mucho público. La fiesta debía empezar a las tres con la bendición de los manantiales. Y, por la noche, una gran función seguida de fuegos artificiales y de un baile iba a reunir a todos los bañistas del lugar con los de las estaciones termales vecinas y con los principales habitantes de Clermont-Ferrand y de Riom.

El casino de la cumbre del monte quedaba oculto tras las banderas. Sólo se veían colores: azul, blanco, rojo, amarillo, algo parecido a una nube densa y palpitante, mientras que en lo alto de los gigantescos mástiles hincados a lo largo de las avenidas del parque se desplegaban con serpentinas ondulaciones, en el cielo azul, desmesuradas oriflamas.

El señor Petrus Martel, que había conseguido la dirección de este nuevo casino, se creía convertido, bajo aquella nube de banderas, en el todopoderoso capitán de un navío fantástico; y daba órdenes a los camareros



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