Mis Enigmas Favoritos by Benitez J. J

Mis Enigmas Favoritos by Benitez J. J

autor:Benitez, J. J. [Benitez, J. J.]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2012-02-16T21:27:01+00:00


Verne, hace ahora 126 años, hablaba ya de la conquista de los planetas. En este sentido, las palabras del protagonista de su novela De la Tierra a la Luna, son definitivas. Así se expresaba Ardan: “. . Se va a ir a la Luna, se irá a los planetas, se irá a las estrellas, como se va hoy de Liverpool a Nueva York, fácilmente, rápidamente, seguramente, y el océano atmosférico será pronto atravesado como el océano de la Luna.” ¡Esto ocurría en 1865!

Por supuesto, no todo fueron asombrosas anticipaciones. Julio Verne, tal y como afirmaba, se aprovechó también de las ideas y hallazgos de otros. Por ejemplo, del poeta y narrador norteamericano Edgar Alían Poe y de un folleto turístico de la Agencia de Viajes Cook. Su gran novela La vuelta al mundo en o¿henta días nació precisamente así: de un cuento de Poe (“Tres domingos en una semana”)' y de un anuncio. René Escaich fue el descubridor del artículo publicitario, aparecido en 1870 en Le Magasin Pittoresque, que sirvió de inspiración al “viejo oso”. Este anuncio decía así:

“Gracias a la horadación del istmo de Suez, es posible ahora, partiendo de París, dar la vuelta al mundo en menos de tres meses. El servicio para este viaje circular no ha de tardar en ser organizado... “ Y a continuación, el periódico reproducía el 'itinerario completo, incluyendo los días de duración de cada etapa del viaje. “En total concluía el artículo, 80 días.”

Las posibles explicaciones a esa genial “intuición”, “visión de futuro”, “iluminismo” o “anticipación” (podemos etiquetarlo como queramos”, sólo podrían ser dos. Primera: en base a su erudición y enciclopédicos conocimientos científicos, Julio Verne llegó a “presentir” el ulterior desarrollo de aquellas máquinas, apenas intuido por la sociedad del siglo XIX. Segunda: además de lo anterior, Verne pudo tener acceso a unas “fuentes” del conocimiento, mucho más depuradas y secretas. Son numerosos los biógrafos y “vernianos” que han empezado a descubrir una lectura iniciática en la obra de Verne. El Viaje al centro de la Tierra, El castillo de los Cárpatos, el propio capitán Nemo, etc., contienen para quien pueda y sepa leerlo todas las claves de los viajes iniciáticos, de la simbología alquímica, de la trascendencia, en el más puro sentido de la expresión. Hombres como Lamy, Moré y Michel Carrouges, entre otros, han apuntado la existencia en los Viajes extraordinarios de todo un secreto “formalmente inscrito, objetivamente proyectado”.

Estoy absolutamente convencido. Después de conocer su vida, sus numerosas cartas, su obra y, en especial, después de haber estudiado su magnífica tumba en Amiens, sólo puedo desembocar en una conclusión: Julio Verne fue un iniciado y un iniciador. Michel Lamy, por citar un solo ejemplo, dedica 323 páginas a este fascinante y, hasta ahora, ignorado aspecto del escritor, mal llamado “de juventud” Es casi seguro que Verne conocía las ocultas doctrinas de los masones, rosacruces, alquimistas y que, incluso, hubiera podido pertenecer a hermandades tan secretas y esotéricas como los “Iluminados de Baviera” o la “Sociedad angélica”. Las exigencias de



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