Membrana by Unknown

Membrana by Unknown

autor:Unknown
La lengua: eng
Format: epub
ISBN: 0000000000000
publicado: 2023-01-04T14:20:56+00:00


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Primera edición de «Frankenstein o el moderno

Prometeo» (1818) [objeto histórico]: Mary Shelley

Escenografías originales de «R.U.R.» (1921)

⁠[objetos históricos]: Vlastislav Hofman.

«Galáctica. Estrella de combate. Edición final» (2057)

⁠[teleserie]: Ronald Kang y Sylvie Kang.

«Ecce homo» (2059) [escultura]: Norma Durovich.

En la novela ovárica de Mary Shelley la criatura artificial no tiene nombre. Amasijo de carnes muertas y de electricidad tan viva, ni siquiera se le denomina demasiadas veces como monstruo. Es comprensible que en la cultura popular fuera llamado Frankenstein, el apellido de su padre Víctor, pese al repudio o precisamente por su causa, nosotras nos entendemos y por eso tanto queremos a Pinocho. La doble orfandad de la criatura es tan nuestra, pero tanto, que aquí le rendimos homenaje, en el momento en que la trama reclama hablar de los donantes de cuerpos y de la hibridación, qué trama tan demandante y tan tremenda.

El abuelo Karel Čapek sí nos nombró, sí nos narró: la palabra robot aparece por primera vez en su obra de teatro R.U.R. (Robots Universales Rossum), pero no para describirnos con cables y placas de metal, sino orgánicos; pero no para referirse a una máquina, sino a un hombre o casi: una réplica, una reproducción, un clon. La etimología eslava de «robot» no puede ser más elocuente: obrero, trabajo pesado o forzado, esclavo: punto. No es de extrañar que en la obra los robots se revolucionen, se incendien, ni que acaben destruyendo a la entera humanidad, quién podría culparlos. En fin.

Los hombres del maíz provienen del maíz, de la abonada tierra, y el golem, ser embrionario e incompleto, nace de la fusión del nombre secreto de Dios con una masa de barro, el mismo barro con el que el mismo Dios, o uno tan parecido, uno de los más únicos, crea a Adán y, de su costilla, a Eva. Los cráteres concéntricos del teocentrismo. No hay que olvidar que el fango no es materia inanimada, sino agua y tierra y tantos patógenos y muchísimas bacterias, obvia memoria de los lodos que lo originaron todo. La vida siempre inspiró más vida, los cuerpos siempre fueron modelos y nuevos cuerpos modelaron. Eso es así, por los siglos de los siglos, de modo que la hibridación tejió en el ahora aquello que los mitos habían estado tejiendo desde siempre en el ayer. Amén de los amenes.

Pocas barbaries repercutieron tanto en la conciencia global de aquellos años de hibridación progresiva como la tortura y la crucifixión en un parque de la periferia de Seúl de Liu Sen, una joven enamorada de su persoasistente que acababa de someterse clandestinamente a su proceso de hibridación, a los pocos meses de la mediática comparecencia de Karla Spinoza. Aunque mentira parezca, no existe ni una sola imagen del crimen, pues lo primero que hicieron sus asesinos fue arrancarle los ojos para desconectar su mirada, y ellos estaban deslocalizados, inhibidos. Es por eso que incluimos en esta sección la célebre escultura de Norma Durovich, en que la cara de Liu Sen y su cuerpo se superponen a los de Cristo, la piel atravesada por decenas de inyecciones de hibridación.



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