Meditaciones sobre la existencia de Dios by René Descartes

Meditaciones sobre la existencia de Dios by René Descartes

autor:René Descartes [Descartes, René]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1641-01-01T05:00:00+00:00


MEDITACIÓN CUARTA

DE LO VERDADERO Y LO FALSO

Me he acostumbrado tanto, durante los días anteriores, a separar mi espíritu de los sentidos, tan exactamente he comprobado que es bien escaso lo que sabemos con certeza de las cosas corporales, y que mucho más conocemos acerca del espíritu humano, y más aún del mismo Dios, que será para mí sencillo ahora apartar mi pensamiento de la consideración de lo sensible o imaginable para dirigirlo a la de aquellas cosas que, por estar desprovistas de toda materia, son puramente inteligibles. A decir verdad, la idea que tengo del espíritu humano, en cuanto es una cosa que piensa y no tiene extensión en longitud, anchura ni profundidad y no participa en nada de lo que al cuerpo pertenece, es, sin comparación, más clara que la idea de una cosa corporal. Y cuando considero que dudo, es decir, que soy cosa incompleta y dependiente, se presenta a mi espíritu la idea de un ser completo e independiente, es decir, de Dios, con entera distinción y claridad. Tanta es la evidencia con que me afirmo en que Dios existe y que mi existencia propia depende enteramente de Él, en todos los momentos de mi vida, derivando estas conclusiones de que la idea de Dios está en mí o también de que yo soy o existo, que no entiendo que el espíritu humano pueda conocer cosa alguna con mayor evidencia y certeza. Y por ello parece que descubro un camino que nos llevará de esta contemplación del Dios verdadero, en quien se hallan encerrados todos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría, al conocimiento de las otras cosas del universo.

Porque, primero, reconozco que es imposible que jamás me engañe Dios, puesto que en el engaño y en el fraude existe una forma de imperfección: pues aunque parezca que poder burlar es señal de sutileza o potencia, sin embargo, querer burlar es, sin duda ninguna, un signo de debilidad o malicia, por lo cual no puede estar en Dios. Reconozco también, por propia experiencia, que hay en mí cierta facultad de juzgar o discernir lo verdadero de lo falso que sin duda he recibido de Dios, como todo cuanto hay en mí y yo poseo; y como es imposible que Dios quiera engañarme, es también cierto que no me ha dado tal facultad para que me conduzca al error, si uso bien de ella.

Y de esto no habría que dudar, si no fuera porque, al parecer, puede derivarse de aquí la consecuencia de que nunca puedo equivocarme; pues si todo lo que hay en mí viene de Dios y si Dios no me ha dado ninguna facultad para errar, parece que nunca deberé engañarme. Y en verdad, que cuando me considero sólo como oriundo de Dios y me vuelvo todo hacia Él, no descubro en mí ninguna causa de error o de falsedad; pero tan pronto como vuelvo a mirarme a mí mismo, la experiencia me dice que cometo infinidad de errores, y, al buscar la



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