Los vivientes by Matt de la Peña

Los vivientes by Matt de la Peña

autor:Matt de la Peña [Peña, Matt de la]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-735-630-1
editor: Océano Gran Travesía
publicado: 2015-03-15T00:00:00+00:00


Día 3

28

LOS OTROS SOBREVIVIENTES

Algo sacudió a Shy y despertó.

Respiró profundo y miró alrededor, imaginó las manos frías de un muerto agarrándole la garganta, pero en el bote todos los cuerpos estaban boca abajo, como los había dejado.

Ya era de día.

El nivel del agua también había subido dramáticamente. Le llegaba al pecho si estaba sentado, lo que daba la impresión de que se ahogaba. El bote se estaba hundiendo.

El bote se sacudió, como si hubiera chocado con algo. Un trozo del barco hundido, o quizás una persona.

Shy se acuclilló y repasó el océano resplandeciente, buscó señales de vida ahora con la luz del día. Vio lejanos restos del barco. Una balsa desinflada. Chalecos salvavidas vacíos.

Sabía que había dormido mucho porque ahora el sol estaba directo sobre su cabeza y pegaba duro. El aire era tibio y seco. El océano estaba más bien plano, bajo el cielo azul más brillante que hubiera visto en su vida, como una postal.

Luego todo regresó de golpe.

Las olas, los incendios en el barco, California, y su familia. En esos momentos él tendría que haber estado en la Cubierta Lido, repartiendo toallas a los pasajeros. Palos de golf. Lanzando miradas disimuladas a todas las mujeres en bikini, incluyendo las mamás. Esperando a que Carmen pasara con su café para que pudieran conversar. Pero la Cubierta Lido ya no existía porque el crucero entero estaba en el fondo del Pacífico. Y él estaba varado en el mar, solo. No había más sobrevivientes por ningún lado.

El bote volvió a sacudirse, ahora con más violencia.

Se asomó sobre la orilla dentada, miró hacia el agua y el corazón se le subió a la garganta.

Había cinco o seis tiburones nadando en círculos bajo el bote que se hundía. Las fauces un poco abiertas y llenas de dientes. Ojos negros. Vio, horrorizado, cómo uno de ellos se separaba del grupo, subía y estrellaba el hocico contra el fondo del bote, haciéndolo trastabillar y caer hacia atrás.

—¡Qué demonios! —gritó, se impulsó furioso desde uno de los cadáveres y chapoteó por el agua para tomar el remo. Estaba encabronado. ¿Encima de todo ahora tenía que lidiar con esto? Se paró y se puso a golpear el agua del océano y a gritarles a los tiburones—: ¡Saquen sus traseros lejos de aquí!

Se dispersaron unos segundos, luego volvieron a agruparse y empezaron a nadar en círculos otra vez.

Shy metió el remo al bote y se sentó en el agua atrapada. Se meció hacia delante y atrás tratando de recuperar el aliento; intentó pensar. El corazón le golpeaba dentro del pecho mientras miraba alrededor.

La sudadera se había salido del agujero del bote y por eso había entrado tanta agua. Si no encontraba la manera de arreglarlo, se hundiría… Recordó la advertencia de su abuela en la biblioteca: Tengo fotos de sus dientes, mijo. Tienen hileras y más hileras.

Shy enrolló la manga de la sudadera por segunda vez, la volvió a meter en el agujero. Luego regresó entre los cuerpos y volvió a revisar las provisiones.

El bote se volvió a sacudir.



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