Los miniseres by Eva Manzano

Los miniseres by Eva Manzano

autor:Eva Manzano
La lengua: spa
Format: epub
editor: Nórdica Libros
publicado: 2022-05-13T11:01:16+00:00


Capítulo 13

EXPEDICIÓN 2:

AL ENCUENTRO DE HALMIR

El grupo para rescatar a Halmir y los demás iba a partir enseguida. Los miniseres de la casa estaban asustados. Echaban de menos a su hada de toda la vida y sentían que todo era un peligro. El duende Poc lo sabía y, para que el miedo no se apoderara de los más pequeños, montó un espectáculo de magia con sus orejas. ¡No sabéis la de cosas que salen de las orejas de un duende… además de pelotillas de colores! ¡Más que de la chistera de un mago! Mientras tanto, Cáscara quería salir por la ventana para llegar más rápido. Menos mal que le convencieron de que ese no era el lugar por donde salir. Sobre todo, porque vivían en un sexto piso. A cambio, Diego los alojó en los bolsillos de su sudadera y, para que no lo reconociera nadie, se puso la capucha. Con los pantalones del pijama y las deportivas tenía una pinta estrafalaria. Por suerte, a las cuatro de la madrugada, no encontraría a muchos vecinos.

La calle estaba vacía, salvo el ruido lejano de algún camión de la basura. A pesar de que era primavera, por la noche, hacía bastante frío y, por un momento, a Diego le pareció una locura lo que estaba haciendo. Alejarse a esas horas de su casa, de su cama tan calentita, con unos bichillos (por suerte no le oían, porque era un insulto tremendo) que se hacían llamar miniseres…

«¿Qué hago aquí en medio de la calle? ¡Nunca he hecho algo así! ¡Si ni siquiera sé cuál es la dirección del Parque de la Estación!», se decía Diego. La ciudad a esas horas de la noche daba miedo, como si se hubieran llevado a los seres humanos a otra parte, y los edificios tuvieran ojos oscuros y fueran a engullir a quien se moviese. De pronto, toda la excitación del grupo se convirtió en terror y unos escalofríos les hicieron estremecerse.

¿Y si realmente había secuestradores de miniseres?, ¿y de niños?, ¿cómo se iban a defender si los encontraban?, se preguntaba Diego.

—¿Qué te ocurre? —le preguntó Cáscara, que sabía que algo no iba bien.

Iris se acercó a Diego, se situó muy cerca de su nariz y le miró a los ojos.

—¿Estás bien? No es frío, ¿verdad? Yo también tengo miedo —le tranquilizó la bolapompa, comprensiva—. Has sido muy valiente al acompañarnos, me gusta que vengas con nosotros.

Y, como un balón de malabares encima de la nariz de una foca, la bolapompa empezó a girar para hacerle reír. —¡Eres tan bonita! —dijo Diego sonriendo y mirando a Iris, cuando empezó a sentir un picor irresistible en la nariz y… ¡¡aaa…, aaa…, aaaaaaaaa… chiiiiiiiiiiiiiiiiiís!!

Algo parecido a un huracán hizo volar a la bolapompa hasta la acera de enfrente y los demás miniseres cayeron al fondo del bolsillo.

—¡¿Qué ha sido eso?! —gritó Tritón abrazándose a sus amigos—. ¡Vamos a morir, lo sabía! Diego corrió veloz a recoger a la bolapompa al otro extremo de la calle.

—Perdona, Iris. He estornudado por tus cosquillas.



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