La chica de tinta y estrellas by Kiran Millwood Hargrave

La chica de tinta y estrellas by Kiran Millwood Hargrave

autor:Kiran Millwood Hargrave [Kiran Millwood Hargrave]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción, Juvenil, Aventuras
ISBN: 9788493971724
editor: Ático de los Libros
publicado: 2018-05-30T00:00:00+00:00


Mi cuerpo se acostumbró a la suave tensión de la corriente. Había olvidado la sensación de ingravidez y recordé a Gabo riendo mientras medio levantaba a mamá en el lago. Nadar en el mar era distinto. El agua era una masa oscura bajo mis pies y al cabo de un rato me asusté imaginando lo que habría allí y tuve que salir.

Me froté los brazos con energía para entrar en calor y observé la sombra de Pablo todavía en el agua, su cabeza negra mojada como la de un león marino. Acababa de secarme las piernas cuando salió y se dejó caer a mi lado. Como si estuviéramos manteniendo una conversación desde hacía horas, dijo:

—Esto es aún más raro de lo que imaginaba.

—También para mí —dije, y se echó a reír.

—Bueno, sí, tú eres lo más raro de todo.

—Ya sabes lo que quiero decir —respondí, enrojeciendo—. ¡No te burles de mí!

—Lo siento —se excusó, y parecía sincero—. Solían reírse mucho de mí, ¿sabes? Porque jugaba contigo y con Gabo.

—¿Quién?

—Los chicos de mi edad —respondió, tomando un puñado de arena—. Me llamaban idiota, y tonto.

—No eran muy ingeniosos.

—Supongo que no —exclamó, dejando escapar una risita.

—¿Por eso dejaste de visitarnos? —pregunté, mirándolo de reojo.

Pablo se quedó callado.

—Lo siento. No vine cuando Gabo…

Sentí un nudo en la garganta.

—No pasa nada.

—¿Estás bien? Todo esto… —Hizo ademán de estirar la mano y luego se contuvo—. No debe de ser fácil. Seguro que estás asustada.

—No —mentí.

—Pues yo, sí.

Hubo otro silencio.

—¿Crees que la encontraremos? —pregunté—. ¿A Lupe?

—Sí —respondió Pablo, deprisa, con una seguridad excesiva, pero, aun así, su firmeza me insufló calidez. A través de mi bolsillo empapado, toqué la pulsera trenzada.

—Bien.

Nos quedamos un rato sentados, contemplando las estrellas titilando en el cielo. Traté de leerlas, no como Masha, para adivinar el destino, sino como lo haría papá, para averiguar dónde estábamos. La Estrella del Norte colgaba en el firmamento justo encima de nuestras cabezas. No era la más brillante, pero sí la más inmóvil. Papá siempre decía que era un ancla, una estrella clavada alrededor de la cual giraba el cielo.

—Ese pedazo de madera que brilla. —Di un respingo al oír la voz de Pablo—. Es del bastón de tu padre, ¿verdad?

Asentí, y me sentí culpable al darme cuenta de que casi había olvidado que el Gobernador me lo había quitado y aún lo conservaba.

—¿Sabes de dónde ha salido? ¿Por qué brilla?

—No sé por qué brilla, pero sí sé de dónde salió. Es de un barco, el que trajo mi tatarabuelo a Joya.

—¿Un barco? ¿Y qué le pasó?

—Pablo —dije, en broma—, ¿no me estarás pidiendo que te cuente un cuento para ir a dormir, verdad?

—Claro que no —resopló, y se dejó caer en la arena. Hubo un breve silencio—. Bueno, quizá sí.

Me dejé caer a su lado y miré la Estrella del Norte. Recordé la voz de mi padre, y conté la historia tal y como lo habría hecho él, tantas veces, en otras noches llenas de estrellas.



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