Las leyes by Platón

Las leyes by Platón

autor:Platón [Platón]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 0350-01-01T05:00:00+00:00


Libro VIII de Las leyes

ATENIENSE. —El orden de materias nos conduce a la formación de las leyes y de los reglamentos relativos al culto divino, si bien deberemos hacerlo después de haber consultado al oráculo de Delfos sobre la naturaleza de los sacrificios y sobre las divinidades, a que será más conveniente y más ventajoso para nuestra ciudad consagrarlos. Con respecto al tiempo y al número de los sacrificios, quizá sea cosa que podremos arreglar por nosotros mismos.

CLINIAS. —Quizá, por lo menos en cuanto al número.

ATENIENSE. —Comencemos, pues, por fijar el número. Que no haya menos de trescientos sesenta y cinco sacrificios, de suerte que cada día uno de los cuerpos de la magistratura ofrezca uno por el Estado, por sus habitantes y por todo lo que poseen. Que los intérpretes, los sacerdotes, las sacerdotisas y los adivinos se reúnan con los guardadores de las leyes, para arreglar en esta materia lo que el legislador se ve obligado a omitir. En general, a todos estos pertenece el cuidado de advertir todo aquello, que el legislador no tuvo en cuenta. Con respecto a lo que es de ley, ordena ésta que haya doce fiestas en honor de las doce divinidades, que dan su nombre a cada tribu, y que todos los meses se hagan sacrificios a las mismas con acompañamiento de coros y de combates musicales. En cuanto a los combates gimnásticos, la distribución se hará asignando a cada divinidad y a cada estación los que más convengan. Se fijarán igualmente las fiestas a que es oportuno que asistan las mujeres solas y en unión con los hombres. Además se procurará no confundir el culto de los dioses subterráneos con el de los dioses celestes, ni tampoco el culto de las divinidades subalternas del cielo y de los infiernos, sino que se les separará cuidadosamente, asignando a Plutón el doceavo mes según la ley. No es justo que los guerreros tengan aversión a este dios; antes, por el contrario, deben de honrarle como bienhechor del género humano; porque si he de deciros seriamente lo que pienso, la unión del alma con el cuerpo no es bajo ningún punto de vista más ventajosa al hombre que su separación.

Además de esto, es preciso que los que quieran ordenar debidamente estas fiestas y estos juegos, consideren que nuestra república habrá de tener un desahogo y una abundancia de las cosas necesarias para la vida, que en vano se buscarían en todos los Estados que existen hoy, y que queremos que sea tan dichosa como puede serlo un hombre solo. Ahora bien, para vivir dichoso, se necesitan dos cosas; una, no ser injusto con nadie; y otra, que nadie lo sea con nosotros. Es fácil asegurarse de la primera; pero no lo es adquirir el grado de poder necesario para ponerse al abrigo de la segunda; y para llegar a ocupar este punto, no hay otro medio que estar dotado de una perfecta probidad. Lo mismo sucede con relación a la república; si es virtuosa,



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