Lágrimas rojas by Alissa Brontë

Lágrimas rojas by Alissa Brontë

autor:Alissa Brontë [Brontë, Alissa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Romántico, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-02-08T00:00:00+00:00


Había sido otra jornada de locura. Rendida me dejé caer en una silla y en algún momento que no era capaz de recordar, me quedé dormida. El ajetreo a mi alrededor cobró intensidad lo que hizo que me espabilara.

Sentía el cuerpo pesado por el cansancio, me dolían las piernas y los brazos.

Al apoyar la mano en el asiento, me di cuenta de que había una prenda. Me giré y vi una chaqueta que no era mía. La tomé entre mis manos y la observé, ¿era la chaqueta de Zhukov?

—Deberías devolvérsela a su dueño, ya llama bastante la atención con ropa como para que vaya por ahí solo con la camisa… —espetó de repente Eleanor, que andaba por la sala cambiando sábanas.

—¿De quién es? —interrogué con la voz pastosa.

—¿No lo imaginas? —inquirió inclinando la cabeza hacia un lado.

Cabeceé para espabilarme algo más, estaba claro que no pensaba con claridad, tenía la cabeza embotada de tanto cansancio, necesitaba ir a la residencia y descansar de verdad, en mi cama. Dormir veinticuatro horas seguidas y ni por esas estaba segura de deshacerme del cansancio.

—No, no sé de quién es —aseveré.

—Es de Zhukov, no es la primera vez que te quedas dormida y te arropa —informó para mi sorpresa.

Sus palabras tuvieron en mí un efecto extraño, de repente mi corazón se había acelerado y noté que mi rostro ardía; la imagen de Zhukov arropándome no dejaba de pasearse a su antojo en mi mente y bajaba hasta mi estómago, revolviéndolo. Me levanté a toda prisa impulsada por un sentimiento desconocido, y salí de allí para ir en busca del dueño de la chaqueta. ¿Cuándo me había arropado con ella? ¿Cuántas veces lo había hecho? ¿Cómo era posible que no lo hubiera sabido hasta ahora? Sin dejar de lanzar preguntas, que no iban a obtener respuesta, miraba alrededor sin éxito.

—Buenos días, ¿han visto al doctor Zhukov? —pregunté a un grupo de enfermeras que no dejaban de cuchichear en grupo.

Al verme, se dispersaron y tan solo una me contestó a la pregunta.

—Eres Wolf, ¿verdad? —inquirió mirándome de arriba abajo, con desdén.

—Sí, Raina Wolf, un placer —me presenté alargando la mano, aunque la mujer se limitó a mirarla, volver a mirarme y después hacer un gesto con la cabeza indicándome una dirección.

No entendí su mal gesto, no la conocía siquiera, no sabía si porque había estado muy liada o porque no habíamos coincidido en los turnos hasta ahora.

—Hay un pequeño patio interior que usamos para despejarnos, allí lo encontrarás.

—Gracias —dije sin darle importancia a su trato hostil. ¿Seguíamos en guerra?

Caminé por los estrechos pasillos atestados de camillas, había más soldados encamados que el día anterior. ¿La llegada de soldados en masa no iba a acabar nunca? Saludé a todos con los que me cruzaba, si ellos decidían ser unos maleducados me daba igual, pero no iba a olvidar la educación y los modales que mis padres me habían dado: eran lo único que me quedaba de ellos.

Por fin, al final del pasillo de camas, llegué a una



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