Entremuros--Foundryside by Robert Jackson Bennett

Entremuros--Foundryside by Robert Jackson Bennett

autor:Robert Jackson Bennett [Bennett, Robert Jackson]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789878474557
editor: Gamon
publicado: 2022-09-13T00:00:00+00:00


El silencio se apoderó de la biblioteca. Nadie se movió.

—¿Cómo llegaste a Tevanne? —preguntó Gregor.

—De polizón en un barco —dijo Sancia en voz baja—. Es fácil cuando puedes hacer que las paredes y la cubierta te cuenten la posición exacta de los demás. Cuando me bajé, me apropié del apellido Grado que vi en una bodega, ya que la gente siempre daba por hecho que tenía apellido. Lo más difícil fue descubrir qué era lo que podía hacer y lo que no. Tocarlo todo, ser todo… era algo que terminaría por acabar conmigo.

—¿Cuál es la naturaleza de esos talentos tuyos? —preguntó Orso.

Sancia intentó describirlos: era capaz de saber lo que estaban sintiendo los objetos, lo que habían sentido, era una avalancha de sensaciones en bruto que tenía que mantener siempre a raya.

—Intento… intento tocar las cosas lo menos posible —dijo—. No puedo tocar a las personas. Es demasiado. Y, cuando las inscripciones de mi cráneo se sobrecargan, queman, como si tuviese plomo caliente en los huesos. La primera vez que llegué a Tevanne, tuve que cubrirme con harapos, como una leprosa. No tardé mucho en darme cuenta de que lo que me habían hecho era algo parecido a una inscripción, por lo que intenté solucionarlo. Intenté encontrar la manera de volver a ser humana. Pero en Tevanne no hay nada barato.

—¿Por eso robaste la llave? —preguntó Berenice—. ¿Para pagarte un galeno?

—Un galeno que no se chivara para venderme a una casa de los mercaderes, sí —respondió Sancia.

—¿Qué? —preguntó Orso—. ¿Un qué?

—Un… galeno —dijo—. Alguien que pueda arreglar mi problema.

—Un galeno… ¿que pueda arreglar tu problema? —dijo él en voz baja—. Sancia… Dios. ¿Eres consciente de que es probable que seas la única persona de todo el mundo con ese problema? ¡Yo nunca había visto un ser humano inscrito en toda mi bequera vida! ¡Y mira que he visto muchas cosas extrañas! La idea de que un galeno sea capaz de arreglarte es… es… ¡es absurda!

Sancia se le quedó mirando.

—Pero… Me habían dicho que… me habían dicho que encontrarían a un galeno que supiese qué hacer conmigo.

—Pues una de dos: o te mintieron a ti o mintieron a quien te lo dijo —aseguró Orso—. ¡Nadie sabe lo que te han hecho y mucho menos la manera de solucionarlo! ¡Lo más probable es que fuesen a quedarse con tu dinero y a degollarte, o quitarte tu dinero y venderte a una de las casas!

<Mierda>, dijo Clef, consternado.

Sancia se había puesto a temblar.

—Entonces… ¿qué me estás diciendo? ¿Quieres decir que voy a quedarme así...? ¿Para siempre?

—¿Cómo voy a saberlo? —preguntó Orso—. Lo único que he dicho es que yo nunca he visto algo así.

—Señor —dijo Berenice—. ¿Podrías tener algo de… tacto, por favor?

Orso la miró y giró la cabeza hacia Sancia, que se había quedado blanca y no dejaba de temblar.

—Vaya… Mira. Cuando pase todo esto, podrás quedarte aquí con Berenice y conmigo. Y es posible que pueda descubrir qué te hicieron y cómo solucionarlo.

—¿En serio? —preguntó Gregor—. Qué caritativo te veo, Orso.

—¡No es por eso! —dijo él—.



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