El ruso by Andy McNab & Peter Grimsdale

El ruso by Andy McNab & Peter Grimsdale

autor:Andy McNab & Peter Grimsdale
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
publicado: 2017-10-21T22:00:00+00:00


37

Noroeste de Teherán

Cole había arrojado el guante: volved con Bashir o no os molestéis en volver, parecía estar diciendo. ¿O es que acaso Blackburn lo había imaginado? Había perdido la cuenta de las horas que llevaba sin dormir. Los últimos dos días habían sido agotadores. Había neutralizado un dispositivo explosivo, sacado a Al Bashir fuera de su guarida y asegurado la cabeza nuclear. ¿Por qué Cole le elegía a él?

Todo eso pasaba por su mente mientras él y Campo se aplastaban contra el perímetro del muro que se extendía por la cubierta del centro comercial. Habían abandonado el Osprey en medio de una lluvia de fuego que parecía provenir de todos los rincones de la ZA. En cuatro segundos vio cómo caían cuatro hombres, mientras una bala trazadora ascendía al cielo por encima del Osprey. Él y Campo siguieron las instrucciones y consiguieron llegar a la esquina oeste, dando bandazos a izquierda y derecha mientras corrían. Se pegaron contra el borde del muro, empapados en sudor y tragando oxígeno. Pero durante la última hora habían estado acorralados por el fuego de dos ametralladoras del PLR emplazadas a ambos lados de donde se encontraban.

—Qué jodida suerte la nuestra —gritó Campo en un arrebato de rabia y agotamiento—. Jodida guerra. Jodido PLR. Como vea a ese Bashir le voy a cortar la cabeza.

Blackburn le apretó el brazo mientras yacían parapetados tras el muro, y le miró con dureza a la cara.

—Tú estate tranquilo, Campo. Saldremos de esta, ¿de acuerdo?

Campo le miró con ojos vacíos durante unos segundos y luego asintió poco convencido. Escucharon a través de la radio la charla de los hombres que habían alcanzado las plantas inferiores del edificio, despejando sistemáticamente cada local, cada espacio, sin encontrar a nadie.

Campo aún seguía maldiciendo.

—Jodida inteligencia. Nos sueltan en la central del PLR sin que haya nadie en casa y nos van a freír vivos.

Blackburn agarró a su amigo por el hombro.

—Relájate, Campo. Piensa. No estarían defendiéndose si no hubiera nada que defender.

Había una mirada enloquecida en los ojos de Campo. Tiró al suelo su M4. Era demasiado. Blackburn maldijo a Cole por haberlos mandado de vuelta allí. Cogió a Campo por los antebrazos y lo zarandeó.

—¿Quieres morir aquí? No. ¿Quieres volver a casa de una pieza? Sí. ¿Cómo vas a conseguirlo? Terminando con esto.

Pudo ver las lágrimas en sus ojos.

—Está bien. Solo eres humano. Por que un día seas un héroe, no significa que al día siguiente no te vayas a venir abajo. No estamos en una película. Te necesito, hermano. Y tú me necesitas, si vamos a salir de esta.

Campo respiró hondo varias veces, asintió y volvió a recoger su arma.

—Vale, está bien.

El terremoto había destruido toda una sección del centro comercial. Cuando el tiroteo remitió, se asomaron al borde de la grieta mirando hacia abajo y vieron las siluetas de una serie de figuras que se balanceaban precariamente, como si vacilaran sobre si dar el salto. Debo de estar volviéndome loco, pensó Blackburn, hasta que Campo se lo aclaró.

—Jodidos maniquíes. Es una maldita tienda de ropa.



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