La victoria perdida by David Sañudo

La victoria perdida by David Sañudo

autor:David Sañudo [Sañudo, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-10-13T00:00:00+00:00


* * *

Por suerte, el temporal concede una tregua en las semanas previas a la Natividad de Nuestro Señor, y, a pesar de las dificultades, decide remontar el Esla hasta sus tierras. Unos días antes de partir, Alvar manda a Yaffer a cuidar de una leve herida en una de las patas de su caballo y, mientras, va a buscar a Julián. Ambos, monje y soldado, han pasado poco tiempo juntos desde la reunión con el rey, y el de Aquilare quiere despedirse.

Pasean entre el gentío por la gran rúa que lleva de la Puerta del Obispo a la Cauriense. El freire habla del ambiente de tensión que se respira en la corte, que ahora visita con más asiduidad pues el propio rey lo ha sumado a sus consejeros, ante el temor de un ataque musulmán y de la actitud levantisca de algunos condes. Pero Alvar ha perdido el hilo de la conversación al notar una presencia incómoda; desde hace un par de calles, alguien los sigue. Una decena de pasos por detrás cree distinguir a un hombre de estatura media, delgado, embozado en un manto con el que se cubre parte de la cara. El joven hace una prueba y se detiene en un puestecillo de dulces; mientras compra unos hojaldres, se fija en que el otro se ha parado inmediatamente y que, cuando reanudan la marcha, vuelve a caminar. Justo antes de llegar a un pasaje abierto entre dos casas en ruinas, Alvar agarra al monje por el hábito y lo obliga a meterse por la calleja. Allí lo pega contra la pared, a la vez que desenvaina el pequeño cuchillo que lleva al cinto.

Al momento, una figura gira la esquina a paso acelerado. El de Aquilare está a la espera. Aprovecha la inercia para lanzarlo al suelo y, boca abajo, aprieta el filo de la hoja contra su garganta.

—¿Quién cojones eres y qué quieres? —le grita al oído mientras tira hacia atrás de la corta melena.

—¡No me hagan daño, por favor! Me envía un buen amigo… —suplica con un reconocible acento mozárabe.

Alvar lo suelta y con su mano izquierda rebusca entre las ropas, donde sólo halla una pequeña daga, una bolsita con monedas y un rollo de vitela. «Realmente no parece un tipo peligroso», piensa el de Aquilare, dejando que el otro se levante. Ahora, con la cara descubierta, ve a un hombre joven, de cabello y ojos oscuros y con una nariz aguileña.

—Explícate —demanda de nuevo el leonés, que sigue en guardia con el cuchillo.

—Mi nombre es Yitzhak ben Natan. ¿Sois el monje Julián del monasterio de Ardón?

Por respuesta, el aludido asiente con la cabeza.

—Gracias al Altísimo por haberos encontrado. Traigo una carta para vos del rabino Hasday ben Saprut.



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