La reina del baile by Camila Fabbri

La reina del baile by Camila Fabbri

autor:Camila Fabbri [Fabbri, Camila]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 2023-06-15T00:00:00+00:00


15. FUERA DE CAMPO

El campo es una chacrita al costado de un camino que linda con Quequén. Es un rectángulo pequeño de tierra, perdido en la provincia de Buenos Aires, con el pasto seco y una hamaca de madera podrida por las lluvias que nadie se encargó de desalojar. Hay una pileta de tres metros de largo y uno y medio de profundidad. Al menos eso logro calcular mirándola desde arriba. El agua está verde y los mosquitos se funden ahí. Gallardo corre poco, como si fuera un perro de departamento, y después se ensaña con un gato tuerto. Le digo a Maite que no sé cómo reaccionará Gallardo ante la presencia de felinos picaros y ella me responde que esos animales saben defenderse muy bien. Que quien corre peligro es el perro, no los gatos tuertos. Descargamos del Peugeot algunos bolsos y los elementos plásticos del mate listo Taragui de Maite. Esa asquerosidad. Tres gallinas flacas hacen qui, qui y un chico de alrededor de veinte pasa andando en bicicleta. Son cerca de las cuatro de la tarde ya y apenas comimos. Mi estómago parece enfermo igual que el paisaje que nos rodea. Le pregunto a Maite quién es el joven que pedalea.

—No sé cómo se llama. Siempre pasa por acá. Es mudo o maleducado. No tuve tiempo de averiguar cuál de las dos.

Entramos a la casa y hay olor a pis. Genaro tiene puesto un nebulizador en la trompa y mira un programa de baile y canto en la televisión. Maite saluda al padre con un beso en la mejilla. Yo hago lo mismo. Ese pedazo de piel parece un campo arado de pelos blancos duros y viejos. El olor también. Genaro tiene ochenta años y se cansa mucho al caminar. El corazón le late lento y cuando se ríe se le desboca, salta de la hipo a la hipertensión como un conejo animado. Genaro me mira sin reconocerme, y al instante se olvida de que yo estoy ahí.

—¿Te cambiaste, papá? —pregunta Maite.

El hombre no la oye y se frustra por eso. Esta coreografía de preguntar y responder se repetirá permanentemente entre ellos, como un tic nervioso.

Me suena el teléfono y la sensación de ser buscada por alguien me hace temblar. Cuando miro la pantalla descubro que es Felipe mandándome mensajes. Muchos mensajes. Uno detrás de otro. Caen como una lluvia torrencial. Me pregunta por el ventilador de techo, si no me molestaría que pase por casa a llevárselo, porque en la casa de su madre no alcanzan los ventiladores de techo y el calor es infernal. Hace énfasis en lo infernal del cambio climático. También me dice que si mi respuesta es negativa no hay problema, puede comprarse uno en cuotas, pero que últimamente anda un poco pobre. Que piense en él, en lo difícil que es para él este movimiento de haberse ido en términos económicos, los únicos términos que mencionará en la catarata de mensajes que siguen cayendo. La verdad es que esperaba que me escribiera alguna otra cosa.



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