La política de las mujeres by Amelia Valcárcel

La política de las mujeres by Amelia Valcárcel

autor:Amelia Valcárcel [Valcárcel, Amelia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1996-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo VII

Ampararse en la verdad desnuda está bien, pero no siempre es cómodo. La honradez intelectual parece exigir que la verdad sea oportuna por sí misma. El análisis llevado a cabo en el capítulo anterior se ciñe al presente y devela sus aspectos negativos. Conviene complementarlo con los rasgos positivos también actuales que el feminismo aporta al panorama general político y con las vías de futuro que apuntan en la misma práctica común.

El capítulo quinto lo termino de un modo abrupto, con una frase que no explico: «para el colectivo completo de las mujeres, la solidaridad no es una virtud, es una necesidad supervivencial». Pienso que ahora tengo la oportunidad de ampliarla y corregir, así, su efecto fogonazo.

La, con frecuencia mal invocada, solidaridad

En efecto, cuando afirmo que la solidaridad es para las mujeres supervivencial, quiero decir que si no queremos seguir en déficit de representación y la exclusión que ello acarrea, la única estrategia posible es la práctica de esa virtud, pero hasta un extremo al cual ella misma ha llegado muy pocas veces. Para eso quizá haya que explicar en qué consiste la virtud de la solidaridad y cómo ha de ser aplicada en nuestro caso.

«Solidaridad» es un término acuñado por el primitivo sufragismo y fue el feminismo el que lanzó esta palabra al discurso global político. En el tríptico ilustrado la palabra a la cual «solidaridad» sustituyó fue a «fraternidad». Al no poder admitir los significados obviamente masculinos de fraternidad, tanto el movimiento sufragista americano como el británico en su día, comenzaron a utilizar un sinónimo aparente: «solidaridad». Ahora nadie dice «libertad, igualdad, fraternidad», excepto, naturalmente, si se refiere al lema de la Revolución Francesa en su sentido histórico. El término solidaridad y muchos otros han venido al discurso global de lo político desde el discurso feminista. Tenemos con él una especial cercanía. Pese a ello, pienso que estamos acostumbradas a utilizar el término «solidaridad» en un sentido muy vago.

La virtud de la solidaridad normalmente la confundimos con la empatía o con la compasión. La invocamos intentando reproducir aquel estado afectivo en el cual nos sentimos interesadas o concernidas por la suerte de otras personas. Venimos a entender solidaridad como aquello que provoca en nosotros movimientos del ánimo que hacen que tendamos a ayudar a esas personas en cuyo lugar nos ponemos, si estamos en el caso de poder hacerlo. Y esto no es solidaridad, esto es empatía o compasión.

La solidaridad tiene una parte en la cual, sin duda, es una virtud afectuosa, vinculada con disposiciones compasivas, pero la otra cara de la solidaridad no lo es. Ser solidario es, también, hacer comunidad, educir «nosotros» por encima de los intereses y disposiciones individuales. Por solidaridad debemos ayudar, pero también debemos abstenernos de ayudar. Depende de qué constituya el grupo de referencia a que se aplique[22]. La solidaridad es una virtud ruda y no estoy segura de que incluso en todos sus tramos y matices sea una virtud. En cualquier caso es una virtud igualitaria, porque no tiene sentido invocarla dentro de una escala jerárquica[23].



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