La muerte de amalia sacerdote by Andrea Camilleri

La muerte de amalia sacerdote by Andrea Camilleri

autor:Andrea Camilleri [Camilleri, Andrea]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: SF
publicado: 2011-01-20T21:23:24+00:00


-¿Qué te pasa?

-Tengo algo de hambre atrasada -declaró Lamantia.

Se había puesto a la defensiva. ¡Si se pringaba innoblemente cuando tenía un apetito normal, imagínate la que estaba montando ahora! Quizá los otros clientes empezaran a protestar. Un cerdo guardaba más la compostura cuando comía. A veces Michele había pensado que Lamantia lo hacía aposta para parecer desagradable. Causalmente, sus ojos se encontraron con los de Virzi, que le hizo una señal con la cabeza hacia la otra habitación. Comprendió al vuelo. Virzi había notado su incomodidad y le ofrecía una solución. Lo llamó.

-¿El reservado está libre? Si está libre, nos trasladamos allí. Así hablamos más tranquilos -se justificó con Gabriele.

En el reservado cabían sólo tres mesas y no había nadie. Aquí habría estado libre de exhibirse.

-Tráeme los entrantes -dijo Lamantia al camarero. Y precisó-: Todos.

Michele pensó que era mejor hacerse traer en seguida un sustancioso segundo porque estaba seguro de que dentro de poco sería arrollado por el disgusto, incapaz de tragar nada.

-Entonces, ¿qué me dices?

-Te digo que tengo una noticia que no es una noticia.

-¿Y qué es?

-Una bomba.

Ya esperaba que aquél intentara sacar lo máximo posible.

-¿Quieres subir el precio? Haz estallar la bomba y luego veremos.

-No, el precio no lo subo, estate tranquilo, sigue siendo dos mil.

Entonces debía de tratarse de una bomba que hacía mucho estruendo pero nada de daño.

-Pero debo ponerte una condición.

-¿Cuál?

-Me debes dar tu palabra de honor de que lo mantendrás en secreto y no lo utilizarás para el telediario.

-¿Te olvidas de que soy periodista?

-Eres tú quien debe olvidarlo.

-¿Por qué?

-Porque si saben que te lo he dicho yo, puedo tener problemas. Grandes problemas. Por eso debes hacer un uso y consumo personales. ¿Me explico?

-Te explicas perfectamente -dijo Michele, tendiéndole la mano.

Lamantia se la apretó.

-Palabra de honor -dijo Michele, solemne.

-Ante todo, pero ésta no es la bomba, ¿sabes que las agendas de Amalia han desaparecido?

-¿Qué agendas?

-Aquellas donde tenía los números de teléfono y las direcciones, y apuntaba las citas. Eran cuatro. La del año en curso y las otras tres de los años precedentes.

-¿Se las ha llevado el asesino?

-No. Amalia las tenía escondidas entre la lencería. Las ha encontrado y confiscado el comisario Bonanno.

-¿Y entonces de dónde han desaparecido?

-Del despacho de Di Blasi.

-¿Eran importantes?

-Director, ¡qué coño de pregunta es ésa! ¡Si las han hecho desaparecer!

-¿Qué podía haber tan importante?

-Varias cosas. Por ejemplo, nombres que en aquella agenda no habrían debido aparecer y, en cambio, estaban. Por ejemplo, citas con personas impensables. Cosas así.

Mientras hablaba, se le atravesó una anchoa en escabeche. Previendo que comenzaría a toser, Michele se apartó a tiempo. Lamantia bebió medio vaso de vino y siguió comiendo.

-Pero ¿por qué una estudiante debería tener en su agenda...?

-Ésa no es la pregunta correcta -dijo Lamantia, categórico.

-¿Y cuál es?

-La que me hacía yo: ¿por qué Amalia se obstinaba en vivir sola en un apartamento y se había peleado por ese motivo con Manlio?

-¿Por qué?

-Me explico. Después de hacerme esta pregunta, fui a hablar con los propietarios del apartamento donde había estado antes de mudarse a aquél donde la mataron.



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