La espinosa belleza del mundo by Tomás González

La espinosa belleza del mundo by Tomás González

autor:Tomás González
La lengua: spa
Format: epub
editor: 2019


MUJER QUE SALE POR LA VENTANA

[2016]

La mujer entró a la sala de urgencias en un descuido del guardia y empezó a pedir a gritos que le sacaran un zancarrón, que al parecer tenía en la región genital, pues no paraba de señalársela mientras esquivaba los intentos del guardia por agarrarla.

—Yo me encargo —dijo Gloria, la enfermera jefe, y el guardia dejó de perseguir a la mujer, que se quedó inmóvil aunque todavía señalando y gritando, pero menos fuerte y como si pusiera los gritos uno por uno en el aire, ya sin ganas y sólo por cumplir.

Al principio Gloria pensó que venía embarazada y que era eso lo que pedía que le sacaran. La miró mejor y vio que la hinchazón era floja y amorfa, de acumulación de líquido por ascitis, muy diferente del embarazo. No parecía grave ni urgente, pero era necesario examinarla, lo cual resultaba imposible en el estado de higiene en que había llegado.

—Nosotros le sacamos lo que sea, belleza —le dijo—, pero primero se tiene que dejar bañar.

Paró de gritar de inmediato, como si para calmarse del todo sólo hubiera necesitado saber que la iban a bañar, y se sentó. También se sentaron los mirones, lo más lejos posible de ella, por el olor, y otra vez hubo paz en la sala. Entonces llegó una auxiliar de enfermería con un niño en los brazos.

—Vea lo que nos dejaron, jefe Gloria.

—Es hijo mío y del ángel —dijo en voz baja la mujer del zancarrón, como contando un secreto—. Pero yo se lo regalo.

Lo habían abandonado debajo de una de las sillas de la sala de espera, envuelto en una cobija muy vieja y muy limpia, aprovechando que todo el mundo estaba distraído con la gritería. Por lo bien envuelto, por lo limpio, por las circunstancias de su aparición y por el gesto mismo de la mujer —como el de quien miente por jugar, sin importarle que los demás se den cuenta—, era claro que el niño nada tenía que ver con ella. Gloria le pidió a la auxiliar que lo subiera a maternidad y lo acomodara en una de las cunas, mientras ella organizaba lo del baño.

—¿No será que vuelven por él? —preguntó la auxiliar.

—No. Aquí se nos quedó, me parece.

—El papá es un ángel de los malos. Mejor no le preguntemos.

—Usted tranquila ahí —dijo la auxiliar—. Ya nos vamos a bañar.

La mujer se empeñó en que sólo la jefe podía ayudarla a bañarse. Sin dudarlo mucho, Gloria se dispuso a hacerlo en el patiecito cerrado de la lavandería, con manguera, para no infectar los baños del hospital. Vestida con los calzoncillos y la camiseta que había dejado un paciente, y después desnuda, la mujer convirtió el baño en una especie de juego. Gritaba «¡ji, ji, ji, ji! ¡Je, je, je!», como si le estuvieran haciendo cosquillas, mientras Gloria, con gorro y overol de cirugía, guantes y tapabocas, la estregaba vigorosamente con una esponja. Una enfermerita recién llegada al hospital, muy joven, casi una niña, le pasaba a Gloria lo que iba necesitando.



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