Kew gardens by Virginia Woolf

Kew gardens by Virginia Woolf

autor:Virginia Woolf [Woolf, Virginia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Filosófico, Psicológico, Realista, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1919-01-01T05:00:00+00:00


LA MARCA EN LA PARED

Sería a mediados de enero del presente año cuando levanté la vista y vi por primera vez la marca en la pared. Para precisar una fecha, es necesario recordar lo que se vio. Y lo que recuerdo es el fuego, una lámina constante de luz amarilla sobre la página de mi libro y tres crisantemos en un redondo jarrón de vidrio sobre la repisa de la chimenea. Sí, seguramente era invierno y acabábamos de tomar el té, porque recuerdo que estaba fumando cuando levanté la vista y vi por primera vez la marca en la pared. Miré a través del humo del cigarrillo y mis ojos se detuvieron unos instantes en las brasas, lo que me hizo rememorar esa antigua fantasía de la bandera escarlata ondeando en la torre del castillo y los caballeros rojos que cabalgaban ladera arriba por un cerro negro. Fue un gran alivio que la visión de la marca interrumpiese mis ensoñaciones, pues se trata de una fantasía antigua, una fantasía automática que quizá inventé de niña. La marca era una pequeña mancha redonda en la pared blanca, situada a unos quince centímetros por encima de la chimenea.

Con qué facilidad nuestros pensamientos se arrojan sobre un nuevo objeto y lo levantan un poco, como hormigas frenéticas que alzan una brizna de hierba, para luego abandonarlo… Si esa marca la hubiese dejado un clavo, no podría ser para colgar un cuadro, sino una miniatura; la miniatura de una dama de blancos rizos empolvados, empolvadas mejillas y labios como claveles rojos. Una falsificación, desde luego, porque quienes vivían antes en esta casa habrían escogido ese tipo de cuadros: un cuadro viejo para una habitación vieja. Ellos eran de esa clase de personas; personas muy interesantes en las que pienso a menudo en los sitios más insospechados, porque nunca volveré a verlas ni sé qué fue de ellas. Se marcharon de esta casa porque querían cambiar el estilo del mobiliario, eso dijo él, e iba a añadir que, en su opinión, el arte debería basarse en ideas cuando nos separamos, como nos separamos de la anciana que está a punto de servir el té o del joven que va a golpear la pelota de tenis en el jardín de una casa de las afueras mientras pasamos en tren.

Pero, en cuanto a la marca, no estoy segura; pensándolo bien, no creo que la hiciese un clavo, porque es demasiado grande, demasiado redonda. Podría levantarme, pero, aunque me levantase a mirar, tampoco podría asegurarlo con certeza, porque cuando algo está hecho, hecho está, y nadie sabe cómo llegó a suceder. ¡Ay, qué misteriosa es la vida! ¡Qué impreciso el pensamiento! ¡Qué ignorante es la humanidad! Para mostrar el escaso dominio que tenemos sobre nuestras posesiones, lo fortuita que es nuestra vida después de tantos siglos de civilización, permítanme enumerar algunas cosas que perdemos a lo largo de la vida, empezando por la que siempre me ha parecido la más misteriosa de todas las pérdidas: ¿qué gato es



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