Juvenia by Nathalie Azoulai

Juvenia by Nathalie Azoulai

autor:Nathalie Azoulai [Azoulai, Nathalie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00


Sabine tenía hongos recurrentes. Decidió ir a ver a un antiguo compañero de promoción, que, antes incluso de examinarla, le aconsejó moderar el consumo de esperma; dijo «esperma» como si estuviera diciendo «grasa», con asco, condescendencia y una pizca de incredulidad. A continuación la examinó con el ceño fruncido, como si se dispusiera a abrir un bote de conservas en mal estado, añadiendo un «Veamos qué hay aquí dentro» de lo más descortés. Pero, a la vez que descubría la magnitud de sus micosis, descubrió también la vitalidad de sus mucosas tiernas y húmedas y cambió rápidamente de actitud. Sabinette, le dijo, ¿no quieres echar un casquete? Sabine se incorporó con violencia. ¡Ni lo sueñes, Régis!, exclamó escandalizada como una niña agredida por un viejo verde, y, en cuanto dicha expresión afloró en su interior, el rostro de Régis fue extrañamente sustituido por el de Martin Knopp, cuya campaña publicitaria multiplicaba aquel par de ojos azules en los carteles con los que habían empapelado toda la ciudad. El ginecólogo, ofendido, no dejó de expresar su apoyo a Knopp mientras ella se vestía y añadió incluso que pensaba afiliarse a su partido.

Desde que el régimen la había convertido en su pasionaria, el odio de Knopp se dirigía personalmente hacia Sabine: condenaba la gente a la que frecuentaba, sus comportamientos depravados y sin duda pronto condenaría también sus ETS, pero, afortunadamente, las autoridades la defendían siempre alegando una digna y merecida rectificación. Sin embargo, tanta publicidad hizo temer a Sabine que toda aquella polémica llegara a oídos de su hijo Paul, sin contar con el placer maligno que experimentaría sin lugar a dudas el agrio Régis al informar a su exmarido, y de paso a todo el gremio.

Furiosa, salió de la consulta al instante y, en las escaleras, llamó a su amiga Isabelle para pedirle, en primer lugar, que le buscara inmediatamente otro ginecólogo y, en segundo, ya que estaba, que le organizara una reunión con Knopp, con quien tenía que hablar de inmediato para decirle cuatro cosas.

—¿Knopp?, —exclamó Isabelle—. ¿Pero no decías que no querías volver a verlo en tu vida?

—Al contrario —insistió Sabine.

Su amiga asintió, no sin antes comentar que no sería fácil echarle el guante a Knopp.

Acto seguido, Sabine se subió a su moto. La comezón le encendió el hormiguero de la entrepierna y le devolvió un eco humillante del desagradable «aquí dentro» salido de la boca de Régis.



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