(Historia De La Decadencia Y Caída Del Imperio Romano 03) Años 412 a 1055 by Edward Gibbon

(Historia De La Decadencia Y Caída Del Imperio Romano 03) Años 412 a 1055 by Edward Gibbon

autor:Edward Gibbon [Gibbon, Edward]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: prose_history
editor: kms
publicado: 2005-12-31T23:00:00+00:00


Se suele conceder y se ha merecido alguna vez el dictado de grande pero es Carlomagno el único a cuyo favor se haya embebido inseparablemente aquel adjetivo con el nombre. Hase también incluido el nombre en el calendario romano con el conotado de santo, y éste, con logro sin par, se ha acarreado las alabanzas de los historiadores y filósofos de un siglo ilustrado95 (767-814 d.C.). Por supuesto que la barbarie de la nación y el tiempo en que floreció encumbra más y más su merecimiento efectivo, mas con parangón desigual realza también la grandeza aparente de todo objeto, y las ruinas de Palmira resplandecen mayormente por la vecindad accidental de un páramo desierto. Sin desairar su nombradía apuntaré ciertos lunares en la santidad y esclarecimiento del restaurador del Imperio occidental. No campea la continencia en sus virtudes morales;96 pero sus nueve mujeres o concubinas en poquísimo desmejorarían la bienaventuranza pública, como tampoco los volanderos o vulgares amoríos, el sinnúmero de sus bastardos que dedicó a la iglesia, y el celibato dilatado y el desenfreno de sus hijas,97 a quienes el padre estuvo indiciado de amar con excesivo cariño. Excusado es tildar la ambición de un conquistador, pero en una reseña justiciera, los hijos de su hermano Carloman, los príncipes Merovingios de la Aquitania y los cuatro mil quinientos sajones que degolló en un mismo sitio, serían alegatos fundados contra la justicia y la humanidad de Carlomagno. Aquel tratamiento de los sajones vencidos98 fue rematado abuso del derecho de conquista; sus leyes fueron no menos sanguinarias que sus armas, y al desentrañar sus motivos, cuanto se descuente de su devoción hay que achacarlo a su índole. Atónito queda un lector sedentario con aquella actividad incesante de cuerpo y alma; y no se asombraban menos súbditos y enemigos con su presencia repentina cuando lo estaban suponiendo al extremo contrapuesto del Imperio; ni paz, ni guerra, ni estío ni invierno, eran para él temporadas de sosiego, y la imaginación no alcanza a hermanar los Annales de su reinado con la geografía de sus expediciones. Más era racional que personal aquel desasosiego, pues la vida vagarosa de un franco allí se desplegaba en cacerías, peregrinaciones y aventuras militares, y los viajes de Carlomagno sobresalían únicamente por el mayor acompañamiento y la entidad más grandiosa de sus intentos. Hay que ir desentrañando su nombradía militar con una reseña de sus tropas, sus enemigos y sus acciones. Conquistó Alejandro con las armas de Filipo, pero los dos héroes predecesores de Carlomagno le dejaron su nombre, sus ejemplos y los compañeros de sus victorias. Acaudillando huestes veteranas y superiores fue arrollando naciones montaraces o bastardas, inhábiles para confederarse en su contrarresto, y así jamás tropezó con antagonista igual en número, disciplina y armas. Vive y muere la ciencia de la guerra con las artes de la paz, mas no sobresalen sus campañas con sitio o batalla de dificultad o éxito descollantes, y debía envidiar los trofeos sarracenos de su abuelo. Tras su expedición a España quedó



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