Hipotermia by Álvaro Enrigue

Hipotermia by Álvaro Enrigue

autor:Álvaro Enrigue [Álvaro Enrigue]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788433934208
editor: Editorial Anagrama
publicado: 2013-02-14T00:00:00+00:00


TERAPIA: TERAPIA

El egoísmo y la mezquindad son los únicos valores que rifan en las sociedades envanecidas de estar compuestas por inmigrantes. De ahí que tarde o temprano todos los gringos terminemos yendo a terapia. En mundos como éste la única forma de conseguir que alguien te escuche es pagándole por que lo haga.

BLANCO

Ojos sin sensación, sensación sin mirada. Oídos sin manos ni ojos.

Hamlet, III, IV

Durante la postemporada de las Ligas Mayores el tiempo completo del país se detiene a la hora en que comienza el beisbol. El partido de esa tarde llegó empatado a la novena entrada, así que se prolongó hasta más allá de la medianoche. El duodécimo inning fue tan tenso que no le dio ni un trago al vaso de gin and tonic que se había preparado para verlo. Cuando terminó el juego renovó los hielos y se quedó despierto un poco más, disfrutando de la forma única de la libertad que representa velar en una casa en la que todos los demás duermen. Ya no quedaba nada aceptable en la televisión, así que la apagó y estiró un brazo hasta el librero para alcanzar la cámara de video que había comprado el invierno anterior.

La abrió, regresó un poco la cinta y apretó el botón de play. En la pantalla de plasma apareció un puro color blanco, luego un ribete azul en la parte superior. La vibración del ribete hacía claro que durante la filmación la cámara se estaba moviendo aunque el manchón blanco permaneciera inmutable. Después de unos segundos entraron y salieron a cuadro unas barras verticales que tardó un poco en identificar como árboles. Al final aparecía su propia cara, hablando sobre la nieve y el frío. Era parte del documental que habían filmado las niñas en una visita al centro de la ciudad bajo la nevada récord por culpa de la cual, precisamente, habían comprado la cámara.

Fueron días singulares: su mujer se había ido a acompañar a su madre a Filadelfia, donde se reponía de una operación, y a él le tocó lidiar solo con las creaturas y los meteoros.

La nieve empezó a caer al mediodía de un martes que ya había sido todo expectación. Estaba sentado en su escritorio, redactando un informe con las persianas cerradas para evitar el reflejo de la luz en la pantalla de la computadora, cuando apareció su jefe. Ya empezó a nevar, le dijo, y está fuerte; yo me voy a quedar hasta tarde porque tengo conferencia telefónica con los consultores de San Francisco, pero me puedo regresar caminando si cierran el metro; tú ya vete a casa y me mandas el informe por correo electrónico.

En cuanto se vio solo en el cubículo abrió bien las persianas. Lo que le gustaba de los primeros momentos de una nevada era el hecho de que la enorme agitación producida por la gente haciendo lo que tuviera que hacer antes de que empezaran los cierres de negocios mantiene las calles a tope. Hay una duplicidad fugaz en el paisaje: arriba el cielo precipitándose en una blancura feroz y abajo la vida con todos sus colores amenazados.



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