Hermano de fuego by Rose Gate

Hermano de fuego by Rose Gate

autor:Rose Gate [Gate, Rose]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Erótico, Humor, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-08-12T16:00:00+00:00


Capítulo 14

La exposición

Dylan

Llevaba cinco días deslomándome en el equipo del doctor Britt, cinco días intentando tener un instante para poder colarme en el archivo central y colocar el USB de Brau, además de cotejar el análisis de ADN de Winni con los de la base de datos de los trabajadores, sin éxito.

Lejos de tener mano ancha conmigo, el doctor Britt vigilaba cada uno de mis movimientos con ojo de halcón, por lo que no había podido ponerle excusa alguna sobre mi visita al objeto de mis delirios.

Además, para ello precisaba una tarjeta de control de acceso que solo disponían los jefes de equipo; en mi caso se llamaba Wanda, exacto, como aquella peli de los ochenta que protagonizaba John Cleese y Jaime Lee Curtis. Y no tenía ni idea de cómo sustraérsela porque siempre la guardaba en su bolsillo.

Había decidido que de hoy no iba a pasar, el doctor Britt y ella tenían una presentación importante sobre los avances del proyecto, lo que llevaría a Wanda a dejar su bata en el laboratorio para subir a la última planta. Si tenía suerte, no echaría mano de la tarjeta, porque no iba a necesitar llevársela, así que yo la cogería y dispondría del tiempo que durara la reunión para ejecutar mi plan.

Me pasé parte de la mañana mirando el reloj y evaluando si era mejor idea quitársela antes o después de que la colgara. Si lo hacía antes, me garantizaría tenerla en mi poder y que ella no tuviera tiempo de buscarla en condiciones. Si lo hacía después, podía arriesgarme a que, por precavida, echara mano al bolsillo y se la llevara.

Ahí estaba yo, en mitad de un dilema moral cuando decidí que no podía ser tan cauto. Cada acción conlleva un riesgo, sea de manera activa o pasiva, y yo no podía estar aguantándome el pedo todo el rato por temor a que oliera.

Cuando veraneaba en España, escuché un dicho que solía repetir el padre de Cri-cri, vendría a ser algo así como «el que quiera peces, que se moje el culo», y yo estaba dispuesto a mojármelo.

Vi a mi objetivo apoyado en la mesa larga del escritorio que iba de punta a punta de la pared. Tenía toda su atención puesta en un dosier que iba ojeando y absorbiendo como si su vida dependiera de ello. Wanda no estaría catalogada como belleza, era una de esas mujeres que no prestaban atención alguna a su físico, lo que la llevaba a tener un entrecejo demasiado poblado y algunos pelos sueltos sobre un lunar de la barbilla. Sus rizos siempre se salían de la coleta y las mejillas estaban cubiertas por un acné incipiente que de tanto en tanto supuraba. Por lo que comentaban las demás chicas, hacía bastante que no salía con nadie y había ido abandonándose. La misión era clara, tenía que tirar de mi seductor interior para despistarla lo suficiente como para echar mano a su bolsillo. Se dio la vuelta apoyando el dosier sobre la mesa y puso su trasero en pompa.



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