Hasta entonces caminaré solo by David Carrasco

Hasta entonces caminaré solo by David Carrasco

autor:David Carrasco [Carrasco, David]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción gay, Ficción contemporánea, fiction, Contemporary, LGTBIQA+, LGBTIQA+, gay
ISBN: 9788418501883
Google: xfKOzwEACAAJ
Amazon: B0C3CTB5BH
editor: Egales Editorial
publicado: 2022-01-14T23:00:00+00:00


40

—¿Es esta? —pregunta sorprendido.

Marcos Aranda niega con la cabeza.

—No, no es esta, es este —subraya—, porque no es una pistola, sino un revólver.

Con una sonrisa de satisfacción, deposita el arma cuidadosamente sobre la palma de la mano derecha.

—Pero sí, es el mismo. El auténtico.

—¿Cómo lo has conseguido?

—Es de la colección privada del general.

—Ya, pero… ¿no las tiene bajo llave?

—Pues claro, pero yo sé dónde la guarda.

Le guiña un ojo.

—¿Está cargado? —dice Bruno mirando el revólver de cañón satinado y cachas de madera.

Marcos, con un hábil movimiento, libera el tambor y girándolo sobre su eje le muestra las seis recámaras vacías.

—Desde aquella noche, el general ya no guarda ningún arma cargada.

—¿Qué fue exactamente lo que ocurrió?

—¿La versión oficial? Que mi tío estaba limpiando el revólver y se le disparó de forma accidental.

—Pero tú no te la crees —dice Bruno sonriendo. Marcos niega con la cabeza—. ¿Qué crees que sucedió?

—Puede que lo asesinaran —sentencia Marcos levantando las cejas—. ¡Bang!

Realza la onomatopeya con el gesto de disparar el revólver con un ojo cerrado, como si apuntara a un blanco imaginario situado frente a él.

—¡Hala!

Marcos asiente y frunce los labios.

—¿Por qué crees eso? ¿No hubo ninguna investigación?

—No, que yo sepa.

—¿Entonces? ¿Qué te hace pensar que alguien lo asesinó?

—Una discusión entre el general y mi abuela. Los escuché hace unas semanas sin que ellos se enteraran. Hablaban de las armas, pero no sé a cuento de qué venía la discusión. Solo sé que mi abuela dijo algo así como que «esas pistolas ya han causado suficiente daño a esta familia».

Bruno frunce ligeramente el ceño.

—Bueno, parece una frase bastante inofensiva y normal, tu tío falleció al disparársele el arma… No veo por qué habría que relacionarlo con un posible…

Marcos sonríe.

—No es esa la frase. Lo interesante fue la respuesta del general.

—¿Qué dijo?

Marcos simula la voz grave de su abuelo:

—«Sonsoles, las armas no matan a nadie. Mata quien aprieta el gatillo, ya lo sabes».

Bruno se queda en silencio, pensativo.

—Bueno, quizá…

Ladea la cabeza. No está muy convencido de que esa frase sea la prueba de algo. Piensa que no deja de ser una perogrullada. Ni las armas matan solas ni las setas son venenosas a menos que alguien las coma.

—Y lo que es aún más interesante es lo que dijo entonces mi abuela: «Carlos, no te voy a consentir que acuses a mi hijo de esa forma. Tú sabes perfectamente lo que ocurrió, así que cállate».

—Bruno abre los ojos y la boca con expresión de sorpresa. Marcos asiente satisfecho—. Puede que lo mataran o que mi tío se pegara un tiro, pero mi abuelo, según mi abuela, conoce la verdad…

—Ya, pero imagino que nunca la sabremos —dice Bruno—. Nadie estaba allí como para saber lo que ocurrió en realidad, solo él y el revólver.

—Y el asesino.

—Si hay un asesino…

Marcos sonríe.

—Mi tío tenía dos amigos íntimos. Quizá ellos sepan algo.

—Mi padre y mi tío Ricky.

—Exacto. ¿Sabías que el día del entierro se pelearon? Tu padre lo insultó y se pegaron. Hubo incluso amenazas de muerte y tuvieron que separarlos. Por lo visto, tu padre se lo habría cargado allí mismo.



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