Genearca by Guy Haley

Genearca by Guy Haley

autor:Guy Haley [Haley, Guy]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIECISÉIS

EL CÓNCLAVE CHRONALIS

Cawl se sentía en su ambiente. Adoraba la majestuosidad y pocas ocasiones eran tan propicias para mostrarla como frente a un colectivo de tecnosacerdotes sedientos de conocimientos tecnológicos.

—Mis respetados hermanos y hermanas —proclamó—. Es probable que estén informados de mi reciente expedición al núcleo del Pharos de Sotha.

Algunos estaban al tanto, otros no, pero siempre es prudente no subestimar a la audiencia.

—Tal vez también estén familiarizados con mi más reciente proyecto.

Las luces se atenuaron de forma teatral. Cawl había instruido a una de sus submentes para que se infiltrara en los sistemas de la pirámide, una tarea desafiante debido a su antigüedad y complejidad, pero no imposible. Reconoció mentalmente el esfuerzo de esa fracción de su mente, mientras reprimía la urgencia de sumergirse en el vasto universo de información que había desenterrado. Aquel lugar albergaba maravillas, redactadas en el refinado lenguaje maquinal de los antiguos. Pero todo a su tiempo.

Desde un proyector hololítico incrustado en uno de los servocráneos auxiliares de Cawl, emergió una detallada representación tridimensional de la galaxia en vibrantes colores. La reproducción era meticulosa, capturando cada matiz y distorsión. Para un humano promedio, la vista sería fascinante: un remolino de estrellas en tonos azules, violetas, etéreas como el vapor pero densas como la existencia misma. El núcleo estelar brillaba con una luz fría e intensa. Sus brazos se desplegaban suavemente desde el centro, difuminándose hacia los extremos en una bruma lechosa, donde el vasto vacío intergaláctico comenzaba. La magistral creación del Dios Máquina, impecable salvo por las imperfecciones causadas por las fallas de sus descendientes; las áreas de unión entre la disformidad y el espacio real mostraban un tono morado, similar al de las venas.

Para los tecnosacerdotes, la visualización era aún más vívida, resonando con ondas y partículas, y brillando en todos los colores desde el infrarrojo más oscuro hasta el ultravioleta más brillante. Se alzó majestuosamente sobre la congregación, desatando suspiros y murmullos de admiración. La proyección era, en efecto, magnífica. Integrar un dispositivo hololítico en un espacio tan reducido como un cráneo era una hazaña sin igual. Estaban asombrados.

—La galaxia, tal como la conocíamos hace unos años —comentó—. Y luego, esto sucedió.

La imagen se contorsionó. Rayos de una luz malsana brotaron desde las tormentas de disformidad, grandes y pequeñas. El Ojo del Terror y el Torbellino78 se expandieron cual tumores, extendiendo sus tentáculos corruptos hasta fusionarse, partiendo la magnificencia de la galaxia por la mitad, y bañando las estrellas con una lluvia radiactiva sobrenatural.

—Es probable que este fenómeno, aunque no sea el objetivo final del Señor de la Guerra Abaddon, tenga un papel primordial en sus designios —reflexionó Cawl—. Porque este evento fue anticipado por la raza más ancestral, y tomaron precauciones para contrarrestarlo.

Luminiscencias verdes se encendieron siguiendo el trayecto de la Fisura.

—Varios de nosotros estamos al tanto de la Guerra en el Cielo, librada entre los misteriosos Antiguos y sus adversarios, los necrones, hace eones. Presumo que su enfrentamiento debilitó la esencia misma de la realidad, originando esta brecha que Abaddon ha sabido explotar.



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