Flor seca by Graziella Moreno

Flor seca by Graziella Moreno

autor:Graziella Moreno
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Novela, Policial
publicado: 2017-11-01T05:00:00+00:00


10 de junio del 2015

Hay un momento —continuó el padre Eugenio— en que el hombre tiene que elegir entre la verdad y la mentira. Lo cómodo, lo tranquilo, es siempre la mentira, porque la verdad es solo una y las mentiras son muchas y puede escogerse la que más acomode.

GONZALO TORRENTE BALLESTER,

Los gozos y las sombras. 3. La Pascua triste

1

Durán echó una ojeada al reloj que colgaba de la pared y miró a Romero y a Anna, sentadas frente a él, en su despacho de la comisaría de Sant Feliu.

—¿Y nada más? No ha sido muy productiva la visita. —Su expresión era de disgusto.

—Pues sí, hijo, nada más —soltó contrariada la sargento—. Cuando empecé a apretarlo, salió con lo de «mejor que llame a mi abogado». —Abrió los brazos—. ¿Qué querías que hiciera? Es listo y conoce el juego. Nos repitió por activa y por pasiva que el viernes se levantó a las seis porque ya no tenía más sueño, fue a dar una vuelta con el coche, luego al gimnasio y más tarde un compañero lo llamó para decirle que lo estaban buscando. Fin de la historia. —Hizo un gesto con la mano cortando el aire.

—No se esperaba nuestra visita —apuntó Anna—. Se le ha visto cauteloso, al menos al principio, luego ya estaba mucho más suelto. —Hizo una mueca.

—Yo tampoco me la hubiera esperado, eran las ocho y media de la mañana, ¿no? —contestó él con sorna—. Ha quedado patente que somos la mar de eficientes, cabo Milà. Y madrugadores. —La miró retándola.

Ella se removió en su silla y abrió la boca para replicarle, pero se contuvo. Estaba claro que el inspector tenía una especial predilección por pincharla. A lo mejor creía que era buena táctica para estimular al personal, pero a ella lo único que conseguía era exasperarla. «Paciencia —se recordó—, vale la pena aguantar por estar en homicidios.»

—La hora es lo de menos —terció Romero—. No va mal que se sienta presionado, ya sabe que está vigilado, nos preguntó si cada día le vamos a poner el mismo escolta o va a ser uno diferente el fin de semana. Es graciosillo, el chico, sí. —Se rascó la frente—. Lo del gimnasio lo hemos comprobado antes de venir y es cierto, queda registrada su entrada a las ocho treinta. Aunque no quiere decir nada —insistió—, pudo matarla a las dos o tres de la madrugada, volver a casa del primo y luego hacer todo lo que ha dicho.

—Está claro que se siente relativamente tranquilo —reflexionó Durán—. Así que, según él, en su casa no falta nada. Él mismo descarta un robo, ¿no?

Romero asintió con la cabeza.

—No da ninguna explicación a lo que ha pasado, dice que está a oscuras, como nosotros. —Bufó—. Lo tiene todo limpio y ordenado, no queda ni rastro del desastre que había el viernes. Repite que no guardaba dinero, ni joyas, la pistola la llevaba encima cuando se fue el jueves por la noche y ya la ha entregado. Por cierto, los de la Nacional dicen que no ha sido usada.



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