Figuras de la historia de Roma by Theodor Mommsen

Figuras de la historia de Roma by Theodor Mommsen

autor:Theodor Mommsen [Mommsen, Theodor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2012-12-31T16:00:00+00:00


CRASO

Tampoco puede clasificarse a Craso entre los puros partidarios de la oligarquía. También es esta una de las más características figuras de aquel siglo. Pertenecía, como Pompeyo, a quien llevaba algunos años, a la sociedad de la alta aristocracia romana; había recibido la educación habitual de su casta, y había combatido, como aquél, a las órdenes de Sila en la guerra de Italia. En cuanto a dones de entendimiento, a cultura literaria y a talentos militares, quedaba mucho más atrás que sus iguales, pero los superaba por su actividad infatigable, por su tenaz deseo de poseerlo todo y de señalarse en todas las cosas. Se entregó por completo a las especulaciones. La adquisición de tierras por compraventa durante la revolución, fue la base de su enorme fortuna, sin despreciar los demás medios de enriquecerse: levantando en la capital grandiosas construcciones; interesándose, mediante sus emancipados, en las sociedades y en las compañías comerciales; teniendo banca en Roma y en las provincias, con o sin el concurso de su gente; prestando dinero a sus colegas senatoriales, y emprendiendo por su cuenta y con oportunidad las obras públicas o comprando los tribunales de justicia. Con tal de ganar, abandonaba todos los escrúpulos. En tiempo de las proscripciones de Sila, fue un día convencido de haber falsificado las terribles listas, y desde esta fecha no quiso el dictador emplearle en los asuntos de Estado. Por más que resultase falso un testamento en que él había sido nombrado heredero, no por eso dejaba de serlo; y cerraba los ojos cuando su administrador expulsaba a los dueños de las tierras colindantes por vía de hecho o de usurpación tácita. Atento, por otra parte, a no entrar en lucha abierta con el juez, sabía vivir con sencillez, como verdadero hombre de dinero. De este modo es como se vio que en pocos años, no poseyendo en un principio nada más que un patrimonio senatorial ordinario, acumuló inmensos tesoros; poco antes de su muerte, a pesar de los gastos imprevistos e inauditos que había hecho, se evaluaba su fortuna en 170 millones de sestercios. Se había convertido en el particular más opulento de Roma, y se le consideraba como una potencia política. Si era verdad, según él decía, que sólo podía llamarse rico aquel cuyas rentas eran suficientes para mantener un ejército en pie guerra, es necesario convenir en que, en aquellos momentos, no era este hombre un simple ciudadano. En efecto, Craso aspiraba a algo más que a ser dueño de la caja mejor provista de Roma. Nada escatimaba para extender sus relaciones; sabía llamar y saludar por su nombre a todos los ciudadanos de Roma; nunca se negó a defender en justicia al que invocaba su auxilio. ¿Qué importa que la naturaleza le hubiese negado cualidades de orador, y que su palabra fuese árida, su estilo monótono y duro su oído? Tenaz en sus opiniones, no arredrándole nada y poco aficionado a los placeres, superaba todos los obstáculos. No dejándose sorprender y no improvisando nunca, era



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