Estrategia by Basil Liddell Hart

Estrategia by Basil Liddell Hart

autor:Basil Liddell Hart [Liddell Hart, Basil]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Historia, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1941-06-01T00:00:00+00:00


TERCERA PARTE

La estrategia en la

Segunda Guerra Mundial

15

La estrategia de Hitler

El desarrollo de las campañas de Hitler, antes y después del estallido de la guerra, en 1939, proporcionó una demostración verdaderamente espectacular del método que delineamos en las partes anteriores de esta obra. Durante el primer periodo aportó a la estrategia de aproximación indirecta una nueva dimensión, logística y psicológicamente, tanto sobre el terreno como en el debate. Posteriormente, concedería a sus oponentes abundantes oportunidades para explotar la aproximación indirecta aplicándola en su contra.

En cuestiones de guerra, es un rasgo de sabiduría no subestimar a los adversarios. Igual de importante es entender sus métodos y saber cómo funciona su mente. Esa comprensión constituye los cimientos sobre los que se basa toda iniciativa que prevea y prevenga sus movimientos con éxito. Las potencias que abogaban por la paz sufrieron lo indecible al «perder el tren» constantemente debido a su lentitud para calibrar qué intentaría Hitler en su siguiente actuación. Una nación puede cosechar beneficios ingentes si los órganos asesores del Gobierno incluyen un «departamento del enemigo», encargado de cubrir todos los ámbitos de la guerra y estudiar los problemas del conflicto desde el punto de vista del adversario. Si se trabaja de forma imparcial, es posible predecir cuáles son las vías de actuación más probables por su parte.

Nada le parecerá más extraño a un historiador futuro que la manera en que los gobiernos de las democracias no fueron capaces de prever el rumbo que Hitler acabaría tomando. Y es que nunca antes un hombre con una ambición tan inmensa había desvelado con tanta claridad y franqueza sus cartas: tanto el proceso general que soñaba con desarrollar, como los métodos concretos que pretendía poner en práctica para lograrlo. Mein Kampf, junto con sus discursos y demás declaraciones, proporcionaba pistas de sobra acerca de hacia dónde se encaminaba y cuál sería la secuencia de sus acciones. Una autorrevelación sorprendentemente transparente sobre cómo funcionaba su cerebro, la prueba más sólida de que lo que logró no fue una consecuencia accidental ni mero oportunismo. Pero también la confirmación más rotunda del viejo proverbio: «La gente no es tonta». Ni siquiera Napoleón mostró un desdén tan acusado por sus oponentes o por los riesgos que entrañaba descubrir sus propias intenciones. La aparente despreocupación de Hitler en este tema certificó que los seres humanos solemos pasar por alto justamente lo que tenemos ante los ojos. A menudo, la mejor forma de ocultar algo es situarlo en el lugar más obvio. Y en algunos casos, la aproximación más directa puede ser la menos esperada. Es lo mismo que sucede con el arte de guardar secretos, cuya clave es ser tan abiertos sobre casi cualquier tema que nadie sospeche que existen los pocos detalles verdaderamente importantes.

Lawrence de Arabia destacó a propósito de Lenin que fue el único personaje que había planificado una revolución, la había llevado a cabo y la había consolidado. Esa misma observación es válida para Hitler, añadiendo además que este la había anunciado por escrito. Asimismo, está claro que había sacado provecho al estudio de los métodos de la revolución bolchevique.



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