El tiempo de las amazonas by Marvel Moreno

El tiempo de las amazonas by Marvel Moreno

autor:Marvel Moreno [Moreno, Marvel]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9789585118072
editor: Penguin Random House Grupo Editorial Colombia
publicado: 2020-02-28T00:00:00+00:00


6

Después de meses de depresiones, sicoanálisis y somníferos, Isabel había decidido abandonar a Claude. No soportaba su presencia. De noche fingía dormirse de inmediato y se alejaba lo más posible del centro de la cama a fin de no rozar su piel. Oírlo hablar durante las cenas la sumía en un estado de cólera silenciosa que le provocaba crisis de sofoco. Debía ir al salón, abrir una ventana y con el aire de la noche recuperar poco a poco su respiración. Había extraviado cinco veces los documentos del divorcio, ora los dejaba en su casa, ora los perdía en el metro. Lloraba tanto y se sentía tan desdichada que un día había ido a ver a la siquiatra de Geneviève y entre lágrimas le dijo que estaba loca porque, pese a tenerlo todo para ser feliz, era profundamente desgraciada. La mujer, en cuyas tranquilas pupilas parecían reflejarse las pálidas flores del equilibrio, le preguntó quién le había dado su dirección y cuando ella empezó a explicarle las cosas la interrumpió: «Así que vive con Claude, el hermano de Geneviève», dijo. «Usted no tiene nada de loca, pero necesita un sicoanálisis». Y ahí mismo cogió la bocina del teléfono y llamó a un médico amigo suyo en el hospital Saint-Jean pidiéndole que la recibiera cuanto antes.

Ella, Isabel, había leído varios libros de Freud, pero nunca pensó que la perspectiva de hablarle de su vida a un sicoanalista la angustiaría tanto. La víspera de la cita no pudo dormir a pesar de los somníferos y cuando subió al metro para ir al hospital el corazón le latía de espanto. En la sala de espera había personas de expresión abatida y mirada ya inquieta, ya febril. Una enfermera vino a buscarla y le anunció que el doctor Gral la atendería en el consultorio número tres. Al entrar vio a un hombre tan hermoso que no pudo contenerse y le dijo de sopetón: «Qué bello es, estoy segura de que me voy a enamorar de usted». La cara del doctor Gral se contrajo como si hubiera recibido un balde de agua hirviente, pero un segundo después recuperaba su expresión impávida y el sicoanálisis comenzó. Ella se acordaba que de niña, cuando tendría dos años de edad, deseaba a su padre, o más bien, deseaba que la mano de su padre acariciara su sexo. Eso ocurría todos los días hacia las seis de la tarde, antes de cenar. Su padre regresaba del trabajo y se acostaban juntos en su cama de lona. Entonces se ponía a contarle cuentos inventados para ella en los cuales aparecían cantidades de animales feroces, tío tigre, tío león, tío oso, que eran ridiculizados por la astucia de Buny, el conejo, personaje con el que ella se identificaba. Buny era pequeño y frágil, pero tenía suficiente inteligencia para ganar todos los combates. Mientras le refería aquellos cuentos, su padre le acariciaba una pierna y ella anhelaba con desesperación que su mano subiera un poco más, hasta su intimidad. Después se enamoró



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