El retorno del mundo de Marco Polo by Robert D. Kaplan

El retorno del mundo de Marco Polo by Robert D. Kaplan

autor:Robert D. Kaplan [Kaplan, Robert D.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia, Ciencias sociales, Política
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


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NO HAY MAYOR HONOR

The Atlantic, junio de 2008

Con el paso de las décadas, la Medalla del Honor —⁠la mayor condecoración posible al valor— ha ido evolucionando hasta devenir en el equivalente militar estadounidense de la canonización. Solo se han concedido ocho Medallas del Honor desde la guerra de Vietnam, todas a título póstumo. «No hay que morirse para ganarla, pero sin duda ayuda», reconoce el coronel del Ejército Thomas P. Smith. Este originario del Bronx y graduado de West Point tiene una perspectiva excepcional. Fue jefe de batallón en Irak cuando uno de sus hombres llevó a cabo acciones que le valieron la Medalla del Honor. Fue Smith (teniente coronel por aquel entonces) quien impulsó la solicitud para la concesión de dicha condecoración cumplimentando todo el papeleo correspondiente a través de la burocracia del Pentágono, un proceso de dos años.

El 4 de abril de 2003 por la mañana, el 11.º Batallón de Ingenieros de la Tercera División de Infantería se abrió paso hasta el Aeropuerto Internacional de Bagdad. Entre algún que otro combate esporádico, los hombres de Smith procedieron a volar la artillería que habían capturado y que bloqueaba las pistas de aterrizaje. Nadie había dormido, ni se había duchado, ni había comido gran cosa en semanas. En medio de aquel caos, Smith se enteró de que uno de sus jefes de pelotón, el sargento primero Paul Ray Smith, originario de Tampa (Florida) y con quien compartía apellido pero no parentesco, había muerto una hora antes en un tiroteo cercano. Sin ni siquiera haber podido reaccionar emocionalmente a la noticia, le informaron también de otro detalle: aquel sargento de 33 años de edad había sido alcanzado mientras disparaba una ametralladora pesada de calibre 50 montada sobre un vehículo blindado de transporte de personal. Aquello era muy inusual, pues manejar la ametralladora no era labor del sargento Smith. «Ese y otros datos sueltos y peculiares sobre el incidente empezaron a escamarme», explica el coronel Smith. Pero, en aquel momento, no había tiempo para hacer seguimiento de lo ocurrido, pues, en cuestión de horas, sus hombres tenían que acudir en apoyo de otro batallón que estaba a punto de ser superado. Y unos días después de aquello, otros miembros del pelotón, que habían sido testigos de los instantes finales del sargento Smith, también murieron en combate.

El contexto cambió mucho en apenas una semana. Bagdad quedó por fin bajo control y el batallón pudo darse un respiro que resultaría crucial para el legado del sargento primero Paul Smith. El teniente coronel Smith aprovechó el descanso para ordenar que uno de sus tenientes tomara declaración a todos los que habían estado con el sargento Smith en el momento de su muerte. Un asombroso relato surgió de aquellos testimonios.

Paul Ray Smith era un consumado «sargento de hierro», la clase de suboficial implacable y muy profesional que las expedicionarias fuerzas armadas estadounidenses llevaban cuatro décadas produciendo desde que dejaron de nutrirse de soldados de reemplazo. «El pueblo americano muestra siempre unos elevados índices de aprobación de



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