El molinero aullador by Arto Paasilinna

El molinero aullador by Arto Paasilinna

autor:Arto Paasilinna [Paasilinna, Arto]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1981-02-15T00:00:00+00:00


21

Durante todo el día los ladridos de los perros y los gritos de los hombres resonaron en el bosque hasta el campamento de Huttunen. El pueblo se hallaba en estado de alerta a causa del molinero fugado del manicomio. Para tener una idea más clara de lo que estaba sucediendo, Huttunen trepó a un gigantesco pino centenario que se alzaba en la colina donde había acampado. Tuvo que subir dos veces, ya que la primera olvidó los prismáticos al pie del árbol, y a simple vista no podía distinguir lo que sucedía en el pueblo.

A través de la única lente buena de sus prismáticos, Huttunen observó que había mucho movimiento en la carretera del pueblo: los perros corrían sueltos, los hombres iban de acá para allá en bicicleta, y en los cruces de caminos se habían apostado los granjeros con la escopeta al hombro. Evidentemente, también debían de circular por el bosque, pero a ésos Huttunen no los podía ver desde lo alto del pino.

Por si acaso, el molinero bajó del gigantesco pino, apagó el fuego y guardó todos sus enseres en la mochila. La asesora le había prometido encontrarse con él esa noche en la isla de los Alisos, pero si en el pueblo continuaba aquel revuelo tal vez ella no se atrevería a acudir a la cita.

Al atardecer el pueblo se quedó en silencio, ataron a los perros y los granjeros se fueron a cenar a sus casas. Huttunen partió del campamento hacia la isla de los Alisos.

Durante el día alguien había visitado la isla, porque la tiendecita había desaparecido. Las estacas y las cuerdas estaban esparcidas por el alisal. Huttunen amontonó las estacas y enrolló las cuerdas haciendo un ovillo.

—¡Lo han dejado todo tirado!

Huttunen temía que Sanelma Káyrámó no se atreviese a aparecer por la isla, pero no tardó en llegar. Atemorizada y con gran sigilo cruzó la pasarela de troncos que Huttunen había construido, con una cesta colgada del brazo en la que asomaba una botella de leche. Huttunen la besó y se puso a comer. Mientras, ella le refería todo cuanto había acontecido en el pueblo durante la jornada.

Huttunen estaba bajo orden de busca y captura. No debería haber ¡do a la tienda con el hacha a montar aquel alboroto, le decía la asesora en tono admonitorio.

—Y por si fuera poco tuviste que poner el hacha en la balanza con las salchichas. Seguramente Tervola te pondrá una demanda por alteración de la paz en su negocio. El comisario ha recibido una carta oficial de Oulu en la que se dice que te has fugado y le piden que te capture. El comisario ha dicho que a partir de ahora este asunto es estrictamente oficial.

Huttunen terminó de comer, pero a la asesora todavía le quedaban cosas que contar.

—Has derribado el poste de teléfono y ha habido que hacer venir a los técnicos desde Kemi y todavía están arreglando la línea; la señorita de la centralita me dijo que cuando los de la Dirección General de Telecomunicaciones se lo toman a la tremenda, en el mejor de los casos te meten en la cárcel.



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