El diario de Bridget Jones by Helen Fielding

El diario de Bridget Jones by Helen Fielding

autor:Helen Fielding
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Humor, Romántico
publicado: 1996-01-01T05:00:00+00:00


DOMINGO 25 DE JUNIO

55,75 kg, 7 copas, 2 cigarrillos, 4.587 calorías (uuui).

Dios mío, Daniel decidió, nada más llegar, que el lugar era un cubil de nuevos ricos, porque había tres Rolls-Royce aparcados, y uno de ellos amarillo. Yo estaba luchando contra la certidumbre de que hacía un frío que pelaba, y que yo había hecho la maleta para una temperatura de más de 30 grados. Mi maleta:

2 trajes de baño

1 bikini

1 vestido largo blanco y vaporoso

1 vestido de tirantes

1 par de chinelas rosa chillón de plástico

1 minifalda de ante rosa

Body de seda negro

Sujetadores, bragas, medias, ligas (varias)

Estalló un trueno y yo me desmoroné, temblando, detrás de Daniel, para encontrar el vestíbulo lleno de damas de honor y hombres con trajes de color crema y para descubrir que éramos los únicos huéspedes del hotel que no estaban en la fiesta de la boda.

—¡Chuh! ¿No es terrible lo que está ocurriendo en Srebrenica? —dije como una maníaca, intentando dar la justa proporción a cada problema—. Para ser sincera, nunca he tenido la sensación de tener claro lo que está pasando en Bosnia. Yo creía que los bosnios eran los que estaban en Sarajevo y los serbios les estaban atacando y, ¿quiénes son los serbio-bosnios?

—Bueno, quizá lo sabrías si te pasases menos tiempo leyendo folletos y más tiempo leyendo los periódicos —dijo Daniel con una sonrisita.

—¿Y qué está pasando?

—Caramba, mira las tetas de esa dama de honor.

—¿Y quiénes son los musulmanes bosnios?

—Es increíble el tamaño de las solapas de aquel hombre.

De repente tuve la sensación inequívoca de que Daniel estaba intentando cambiar de tema.

—¿Son los serbio-bosnios los que estaban atacando Sarajevo? —pregunté.

Silencio.

—Entonces, ¿en qué territorio está Srebrenica?

—Srebrenica es una zona segura —dijo Daniel en un tono muy condescendiente.

—Entonces, ¿cómo puede ser que la gente de la zona segura estuviese atacando antes?

—Cállate.

—Sólo dime si los bosnios en Srebrenica son los mismos que los de Sarajevo.

—Musulmanes —dijo Daniel triunfal.

—¿Serbios o bosnios?

—Mira, ¿te quieres callar?

—Tú tampoco sabes lo que está pasando en Bosnia.

—Sí que lo sé.

—No lo sabes.

—Sí que lo sé.

—No lo sabes.

En ese momento el conserje, que iba vestido con pantalones bombachos, calcetines blancos, zapatos de charol con hebillas, levita y una peluca empolvada, dijo:

—Señor, creo que querrá saber que los actuales habitantes de Srebrenica y Sarajevo son musulmanes bosnios —y añadió—. ¿El señor deseará algún periódico por la mañana?

Pensé que Daniel iba a darle un puñetazo. Me encontré dándole golpecitos en el brazo y murmurando:

—Vale, venga, tranquilo, tranquilo —como si fuese un caballo de carreras que acaba de ser asustado por una camioneta.

5.30 p.m. Brrr. En lugar de tumbarme junto a Daniel bajo el sol, junto al lago, llevando un largo y vaporoso vestido, acabé amoratada de frío en un bote a remos, envuelta en una de las toallas de baño del hotel. Al final nos rendimos, nos retiramos a nuestra habitación a tomar un baño caliente y nos enteramos por el camino de que otra pareja, cuya mujer, una chica llamada Eileen con quien Daniel se había acostado dos veces, le había mordido



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