El cuarto aprendiz by Erin Hunter

El cuarto aprendiz by Erin Hunter

autor:Erin Hunter [Hunter, Erin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2021-09-01T00:00:00+00:00


15

Una brisa seca y polvorienta meció las ramas que se alzaban por encima de Zarpa de Tórtola, que se despertó parpadeando y abrió la boca en un bostezo enorme. Durante unos segundos, la aprendiza del Clan del Trueno fue incapaz de recordar dónde estaba. «¡Esto no es la guarida de los aprendices! ¿Dónde está Zarpa Espinela?».

Se puso en pie trastabillando, presa del pánico, hasta que reconoció la guarida que había construido la noche anterior con sus compañeros de expedición y vio el claro por el que habían huido de los perros. Los demás seguían durmiendo, excepto Leonado, que estaba sentado a un par de colas de distancia, en el borde del arroyo.

—Hola —la saludó su mentor con un ronroneo—. Estaba despierto cuando Cola Blanca ha terminado su turno, así que estoy haciendo el tuyo.

Zarpa de Tórtola sintió un hormigueo de irritación que le recorrió todo el cuerpo. Dio un pequeño salto para salvar el muro de frondas que la separaba de Leonado y se acercó a él.

—¡Puedo hacer mi turno de vigilancia! —gruñó—. No tienes que tratarme como a una cachorrita.

—Apenas acabas de convertirte en aprendiza —le recordó él.

Zarpa de Tórtola reprimió un bufido de frustración.

—Bueno, a la profecía eso no parece importarle, ¿verdad? —señaló—. Yo ya tenía mi poder especial antes de abandonar la maternidad. El Clan Estelar no esperó a que creciese, precisamente.

Leonado abrió la boca con la intención de responder, pero, antes de que pudiese decir nada, oyó un susurro en la guarida y vio que Cañamera estaba desperezándose. La gata miró a su alrededor, pasmada, luego pareció recordar dónde estaba y se puso en pie para sacudirse los trocitos de musgo.

—¡Hola, Cañamera! —exclamó Zarpa de Tórtola—. ¿Cómo va tu hombro?

Tras flexionar la pata delantera con precaución, la guerrera alzó la vista ronroneando de alivio.

—Mucho mejor, gracias. Ya no noto casi nada.

Mientras tanto, los demás comenzaron a despertarse. Todos parecían un poco tensos cuando descubrían lo cerca que se encontraban de los gatos de otros clanes.

—Deberíamos ir a cazar —maulló Sapero, levantándose de un salto—. Antes de que haga demasiado calor y todas las presas se metan en sus escondrijos.

—No os alejéis demasiado —los avisó Leonado cuando varios de ellos empezaron a dispersarse—. Recordad que los perros podrían seguir por aquí.

Zarpa de Tórtola desplegó sus sentidos, pero no captó ni rastro de ellos. «Lo más probable es que esas estúpidas criaturas estén durmiendo a pierna suelta en la guarida de sus Dos Patas…», pensó para sus adentros. Luego saltó al otro lado del arroyo, y enseguida, entre los árboles, detectó un olor intenso a ardilla. «¡Espero poder compensar lo del mísero ratón que cacé ayer!».

Un poco más allá, localizó a una ardilla que mordisqueaba una semilla al pie de una haya. Zarpa de Tórtola se pegó al suelo, comprobó que tenía el viento de cara y adoptó la postura del cazador. Paso a paso, sin hacer ruido, se fue acercando a su presa. «Eso está muy bien… tú sigue mirando hacia el otro lado…».

Con un zarpazo veloz, la abatió sin contemplaciones.



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