El club de las zapatillas rojas by Ana Punset

El club de las zapatillas rojas by Ana Punset

autor:Ana Punset [Punset, Ana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2013-11-01T04:00:00+00:00


—«All I Want is You» a la de una, «All I want is You» a la de dos, «All I Want is you» a la de tres… ¡Aprobada! —anunció Lucía. Era ya media mañana y acababan de ponerse al fin de acuerdo.

—Vaya una canción… —sonó de pronto la voz profunda de Marcos.

La intromisión del hermano mayor de Bea las sobresaltó a todas. Tenía diecisiete años a punto de los dieciocho, y jugaba de pívot al baloncesto, por eso medía casi dos metros y sus músculos eran alargados. Tenía el pelo castaño de punta y los ojos tan verdes como los de su hermana. Bea saltó rápidamente de su sitio y fue a por su hermano para empujarlo con todas sus fuerzas hacia las escaleras para que se marchara.

—¡No puedes estar aquí! —le echó la bronca.

Pero Marcos se zafó de ella:

—Me manda mamá para serviros, así que no te quejes.

Lucía vio que Frida se ponía muy estirada en su sitio y cerraba la boca como un mimo.

—¿Te pasa algo? —le preguntó con media sonrisa.

—Chissst —le contestó ella—, calla, no me avergüences.

Lo que le pasaba a Frida era que bebía los vientos por Marcos. Se notaba sobre todo porque él era la única persona que conseguía silenciarla. ¡Parecía que se le había comido la lengua el gato!

A Lucía se le escapó la risa y Frida acabó por enfadarse. Se puso de pie y se alejó de ella. El intento le salió fatal, pues, al verla, Marcos comenzó a hablarle:

—Venga, Frida. ¿Qué quieres tomar tú? —preguntó con voz seca.

Frida se quedó paralizada, como si hubiera visto un fantasma, y Marcos la miraba extrañado, como si la muchacha estuviera p’allá.

—Es que está afónica de tanto cantar… —mintió Lucía para salvarle el cuello—. Pero un sándwich de Nutella estaría bien, gracias.

Frida se lo agradeció y Marcos puso los ojos en blanco. Después fue preguntando a las demás qué querían, ¡no tenía toda la mañana! Todas acabaron pidiendo lo mismo y él las acusó de aburridas. Hasta que Marcos no se hubo marchado, Frida no volvió a sentarse en su sitio: ¡estaba roja como un tomate! Era el centro de todas las miradas.



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