El cerebro by Ian Tattersall

autor:Ian Tattersall
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-84-16734-70-2
editor: 2017
publicado: 2017-02-01T00:00:00+00:00

Una vez más, Aristóteles constituye un buen punto de partida. Si bien él no creía que el cerebro tuviera mucho que ver con el pensamiento o la conciencia, no dudó en afirmar que emociones como la risa eran un rasgo exclusivo de los humanos. Después de él, hay que saltar aproximadamente dos mil años hasta Paul Broca, ese gran estudioso del cerebro en el siglo XIX, que exploró muchos aspectos de su anatomía y reconoció la importancia de lo que él llamó el lóbulo límbico. A pesar de que Broca se centró en las presuntas funciones olfativas de esta parte del cerebro, sí reconoció su importancia en relación a la conducta emocional (en un aspecto muy visceral que denominó l’homme brutale). Quizá debamos buscar en Charles Darwin una conexión más elaborada entre el cerebro y las emociones, ya que nadie articuló mejor que él en La expresión de las emociones en el hombre y en los animales (1872) el vínculo entre las emociones animales y las humanas. En este libro, sorprendente e innovador, Darwin subrayó un gran número de similitudes entre los seres humanos y otros mamíferos con respecto a expresiones faciales, reacciones y posturas. La brillantez del análisis de Darwin reside en su hipótesis de que estas similitudes son innatas, resultado de un ancestro común y (quizá más importante) producto de la selección natural. ¿Por qué si no a un perro se le eriza el lomo y un hombre hincha el pecho cuando se les desafía? ¿Por qué enseñamos los dientes cuando estamos enfadados o tenemos miedo, al igual que los animales? Darwin reconoció que algunas de nuestras emociones se encontraban dentro de esta categoría primitiva, pero también se dio cuenta de que otras parecen más avanzadas. Sin embargo, casi todas las emociones humanas en las que se fijó presentaban las mismas características que aquellas mostradas por los mamíferos, y a pesar de que Darwin no olvidó ni a los lagartos ni a los pájaros en este extraordinario libro, centró la mayor parte de sus explicaciones evolutivas en la conexión mamífero-humano.

Darwin dedicó muchas páginas a emociones como la tristeza, el enfado, la felicidad y el miedo. Observó que las acciones y reacciones de numerosos mamíferos se parecen al modo en que los humanos expresan sus emociones, como en el caso de la risa. Podría decirse, sugirió, «que la sonrisa es la primera etapa en el desarrollo de una carcajada». En su opinión, la risa podría haber evolucionado porque «los mismos músculos participan en débil grado siempre que algo provoca en nosotros un sentimiento que, si fuera más fuerte, nos llevaría a la risa; y el resultado es una sonrisa». Más recientemente, algunos estudiosos del comportamiento animal han sugerido que la risa está más extendida entre los mamíferos de lo que se pensaba con anterioridad, incluso más de lo que Darwin sospechaba. Por poner un ejemplo, el psicólogo Jaak Panskepp, que ha estudiado la risa en las ratas, piensa incluso que el humor en estos animales podría expresarse en forma de gags cómicos.

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