El capitalismo liberado by Andrew Bernstein

El capitalismo liberado by Andrew Bernstein

autor:Andrew Bernstein [Bernstein, Andrew]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo quinto

La virtud del egoísmo

* * *

El egoísmo, según la creencia popular, es sinónimo de usar, abusar y maltratar a personas inocentes para satisfacer las metas o deseos de uno mismo. El diccionario define «egoísta» así: «ocuparse principalmente de los propios intereses, beneficios, bienestar, etcétera, independientemente de los demás».

Tenga en cuenta que la opinión popular sostiene que el interés propio de una persona consiste en no tener ningún respeto por los demás —en el mejor de los casos— o en abusarlos y victimizarlos —en el peor—. Esto, al igual que cada uno de los otros puntos del conocimiento moral convencional, tiene que ser retado.

Tan solo unos minutos de reflexión cuidadosa bastan para refutar esta creencia. Por ejemplo, es de mucho interés propio para un individuo el tener amigos cercanos, una relación romántica intima, interacciones amigables y respetuosas con vecinos, conocidos y colegas, porque esto trae a su vida afecto, cercanía, compañerismo, amor y serenidad espiritual —las cuales son posesiones invaluables para un ser humano—. ¿Son la vida y nivel de felicidad de una persona más —o menos— plenos por esta intimidad? La abrumadora preponderancia de los seres humanos comprensiblemente respondería: aún más.

Otra pregunta puede ser planteada: ¿tales relaciones positivas que generan felicidad pueden desarrollarse por medio de honestidad o por medio de deshonestidad? ¿por medio de interacciones moralmente rectas o por medio de la confabulación inmoral? ¿por medio del respeto a los derechos de los demás o por medio de violarlos? Claramente que por medio de interacciones honestas y respetuosas con los demás.

Si un hombre miente, hace trampa o roba, él arriesga ser visto con aprensión —y llena su vida con temor crónico en cuanto al resultado de tal vil actividad—. Convierte en sus enemigos a los miembros de la humanidad más nobles —aquellos que son escrupulosamente honestos—; y en su más grave amenaza la característica más vivificante de ellos —la inteligencia sagaz—. Pero si, por un lado, él trabaja duro, honestamente y a capacidad optima, gana más que un tramposo jamás pudiera ganar engañosamente, llena su vida interna con orgullo y tranquilidad, y atrae, como si por fuerza de gravedad, a personas que veneran a la posesión supremamente invaluable de un hombre: la fuerza de carácter.

Además, cuando nunca le falta el respeto a los demás, un hombre se encuentra en fundamentos morales inquebrantables y puede esperar un idéntico respeto de ellos. Por el contrario, si él los explota cruelmente, ¿en qué principio moral podría basarse al demandar justicia para él mismo?

Estos puntos son fáciles de explicar a niños en escuela primaria —¿entonces cómo es que los moralistas tan a menudo no los captan? ¿Por qué el código convencional débilmente, como si sostuviese un axioma incuestionablemente exacto, apoya la ridícula noción que el verdadero egoísmo —comportamiento genuinamente egoísta que induce felicidad— implica victimizar a los demás?

Esta es una pregunta profundamente importante —y su respuesta penetra hasta el centro de la ética. La primera parte de una respuesta es explicar lo que propiamente implica un auténtico egoísmo —lo que es y, en acción, como luce.



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