Cuestion de dignidad [13553] by Walter Riso

Cuestion de dignidad [13553] by Walter Riso

autor:Walter Riso [Riso, Walter]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Autoayuda y superación
ISBN: 6894074011
publicado: 2016-10-25T16:00:00+00:00


Egoísmo vs. asertividad

Con relación al egoísmo, el individuo asertivo ejerce el derecho a decidir a quién va a ayudar y a quién no. Sin caer en la indiferencia mezquina y generalizada, se reserva el derecho de admisión. No se siente obligado por ley, sino que obra por convicción.

Mi experiencia clínica me ha enseñado que es muy poco probable que después de un buen entrenamiento asertivo las personas desarrollen un patrón egoísta. Más bien, como ya dije en otra parte, ocurre lo contrario.

Por principio, la asertividad se aleja de la ambición desmedida, el acaparamiento y la codicia.

Según un reconocido diccionario, egoísmo se define como: “Inmoderado y excesivo amor que uno tiene por sí mismo y que le hace atender desmedidamente a su propio interés”. Analicemos la definición con un poco más de detalle.

Una persona que atiende desmedidamente a su propio interés, sufre de egocentrismo: “Soy el centro del universo”. El individuo egocéntrico, inevitablemente, deja afuera a los demás, cosa que no ocurre con la asertividad. La premisa que determina el comportamiento asertivo es: “Atiende a tu propio interés sin olvidarte del interés ajeno”.

El inmoderado y excesivo amor que uno tiene por sí mismo hace referencia a la egolatría, lo que se conoce como narcisismo o el culto al ego. El asertivo no dice: “Soy más que tú”, sino: “Soy, al menos, igual que tú”.

El autorrespeto no es incompatible con el respeto por nuestros semejantes. La cultura ha creado un estereotipo negativo con respecto al autocuidado psicológico, por miedo a que la vanidad prospere. Ha inventado una incompatibilidad inexistente entre el amor propio y el amor al prójimo, de tal forma que preocuparse demasiado por uno mismo es casi un acto de mal gusto. Sin embargo, afortunadamente para la salud mental, parece que la semilla de la autoestima está contenida incluso en los actos más altruistas. Les guste o no a los fanáticos del autosacrificio: tengo que quererme, para querer.

Liliana era una jovencita de diecisiete años que siempre había complacido a sus padres, a sus hermanos y amigas. Era considerada como una niña modelo, servicial y amable. La idea que Liliana tenía sobre las relaciones humanas era que uno debía estar siempre dispuesto a ayudar a los demás y que esta ayuda debía ser siempre incondicional. Consecuente con esta posición, se resistía sistemáticamente a decir “no”, porque consideraba que negarse a un pedido sin justa causa, era un acto de egoísmo y desconsideración con las necesidades ajenas. Obviamente, para ella nunca había justa causa. Liliana era víctima de una fobia curiosa, muy común entre la gente inasertiva: tenía miedo a ser egoísta.

En la práctica, esta actitud la había llevado a soportar pacientemente los abusos de sus compañeras y en especial de su mejor amiga, quien le pedía ropa prestada y no se la devolvía a tiempo, se quedaba con los discos compactos o la dejaba plantada cada vez que podía. El colmo ocurrió cuando en una fiesta se besuqueó con el novio de Liliana delante de todo el mundo (la disculpa fue que estaba con unos tragos de más).



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