Brujas by Brenda Lozano

Brujas by Brenda Lozano

autor:Brenda Lozano [Lozano, Brenda]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 978-607-318-920-0
editor: Penguin Random House Grupo Editorial México
publicado: 2020-01-21T00:00:00+00:00


12

Un psicólogo le explicó a Leandra en la primera sesión que luego de una pérdida, en términos neuronales, el acto de contar movía el evento de lugar, así que podía desplazarse, dejar de tener la misma importancia. Alguna vez leí en una entrevista de Cioran que cuando estaba enojado insultaba sin pausa hasta que la rabia se disipaba. Contaba que alguna vez que escribió sobre el suicidio en su columna en el periódico, una mujer consiguió su teléfono y lo llamó para decirle que sufría mucho, que estaba harta de la vida y quería preguntarle qué lo había frenado de suicidarse, le respondió que si se reía no tenía porqué hacerlo. Eso que leí en algún momento en la oficina, rebotó cuando me di cuenta de que Leandra ese sábado que pasamos juntas se reía, poco menos que antes, pero se reía. No habló directamente del tema, pero su sentido del humor no perdió eje luego de la partida de mi papá y el episodio desafortunado con el pendejo de Fernando. Que se riera y no hablara del tema me parecían síntomas extremos, como tocar una superficie caliente con una mano y una superficie fría con la otra que le templaba la vida diaria, pero sabía que si quitaba la mano de uno u otro lado, ese extremo la quemaría de frío o de calor.

A veces quería preguntarle cómo estaba, profundamente cómo estaba, pero quería respetar su proceso. Noté que su risa fue haciéndose más frecuente. En ese tiempo Leandra iba una vez por semana al psicólogo, era parte de las prestaciones que mi mamá tenía; trabajaba en el consultorio de la dentista por las tardes, terminaba la preparatoria abierta y había comenzado a tomar clases de fotografía los sábados. La siguiente vez que hablamos al respecto salió natural en una conversación, y me respondió firme Fue un evento desafortunado, hermana, pero más desafortunado ser ese tipo, ser Fernando, imagínate, eso sí está jodido. Por ese modo de referirse a él, pero, sobre todo, de contárselo a sí misma en voz alta, me pareció verla fuerte. Sin duda, lo estaba desplazando de lugar. En cuestión de poco tiempo ganó un peso saludable. Un día noté que tenía los labios casi rojos sin que se los pintara, se le coloreaban las mejillas cuando hacía calor o se reía, los pómulos se le marcaban, un día se hizo un chongo al tiempo que me hablaba de cualquier cosa mirándome a los ojos, se le hacían horquillas de pelo en las orillas de la frente y tomó leche entera directo del empaque.

En el periódico me empecé a llevar más con Julián que era un año más chico que yo. Me gustaba su espacio entre los dientes frontales, tenía el pelo corto y me gustaba mucho que tenía una rasta que le colgaba del lado derecho. A veces llevaba una patineta en la mochila, casi siempre se ponía camisetas de algodón blanco y un día llevó una que tenía un pequeño hoyo en el cuello y eso me pareció sexy.



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