BerlÃn, Sefarad by Ramón Peñacoba
autor:Ramón Peñacoba [Peñacoba, Ramón]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2020-09-08T00:00:00+00:00
* * *
A mediados de la década de los treinta, en el hogar de los Magaz, un rabino desconcertado no lograba discernir qué se habÃa torcido en la educación del único hijo que le quedaba. Por qué razón su hijo Alfonso no pisaba una sinagoga, renegaba de una religión y tradición milenarias y, por si esta traición no fuera suficiente, se entregaba por completo a esa secta de ateos y revolucionarios, que no respetaban ni a Dios ni a la propiedad privada. La sola mención del comunismo revolvÃa el estómago de Rafael Magaz.
Alfonso Magaz, un dÃa, tuvo el valor ây la desfachatez, pensaron en su entornoâ de enfrentarse a su padre.
â¡Te lo prohÃbo! ¡Este es tu hogar, y te debes a tu obediencia de hijo!
âYa has cumplido con tu labor de padre, rabino. La causa me pide mi dedicación, y es lo que haré: dedicarle mi vida.
Alfonso se iba de casa. En un rincón, su madre Raquel sollozaba, incapaz de pronunciar palabra. Todos los ruegos, todas las lágrimas, de nada habÃan servido.
â¿La causa? ¿Se puede saber de qué causa hablas? ¿De vulnerar todos los principios de tu religión?
El rabino habÃa alzado los brazos y la voz. Alfonso no perdió la calma.
âYo no tengo religión, padre. La religión es el opio del pueblo y tú, y muchos como tú, habéis fomentado la superstición, la sumisión, y el olvido de lo que es la dignidad del hombre. Resignados a la explotación y a la pobreza porque allá arriba âseñaló con el dedoâ espera el paraÃso. ¿Y sabes qué? Todo eso es una patraña, no hay paraÃso.
Rafel Magaz rechinó los dientes de rabia.
âTu causa, tu maldita causa, está llena de judÃos renegados como tú. Tal vez sea una prueba que Dios envÃa a su pueblo elegido.
â¿Pueblo elegido? ¿Lo somos? Por favor, padre, has dedicado tu vida a difundir esos cuentos. El pueblo que se elige a sà mismo, que rompe sus cadenas, ese sà es un pueblo en toda la acepción de la palabra.
Rafael Magaz bajó la cabeza, agotado. Ya no le quedaban ni rabia ni argumentos. Comenzó a llorar, antes de decir en voz baja:
âVete, vete⦠Si has de hacerlo, vete ya y no vuelvas nunca. Que Dios te perdone.
Alfonso se fue, comenzaba para él una nueva vida que iba a transcurrir, en aquella etapa, en medio de los peligros de la clandestinidad. La represión nazi apenas tardó unos meses en instalarse, tras lograr el poder. Y, aparte de los tibios y socialdemócratas y liberales, sus principales vÃctimas eran los comunistas. Ya se ocuparÃan, después, de los judÃos. En aquel momento los comunistas eran caza mayor, eran la presa más codiciada.
Alfonso, si alguna vez tuvo un atisbo de mala conciencia por haberse ido asÃ, pronto el fervor de sus creencias le harÃa renegar, de nuevo, de su pasado. Era un hombre que habÃa vuelto a nacer, y que estaba dispuesto a dar su vida por unos ideales. Lo conocido, lo asumido, quedaba atrás. Y trató de olvidar la educación que habÃa recibido, los modos y costumbres y, por encima de todo, la religión de sus padres.
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