Babel by Rebecca F. Kuang

Babel by Rebecca F. Kuang

autor:Rebecca F. Kuang [Kuang, Rebecca F.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIECISIETE

«¿Qué costa no conoce nuestra sangre?».

HORACIO,

Odas

Un año antes, tras escuchar a hurtadillas a Colin y a los hermanos Sharp discutir a viva voz en la sala común, Robin había acudido solo a Londres a pasar el fin de semana para ver a la aclamada Afong Moy. Publicitada como «la dama china», a Afong Moy la habían sacado de su país un par de comerciantes estadounidenses que, en un principio, esperaban poder emplear a una señorita oriental para que exhibiera los productos que ellos habían adquirido en el extranjero. Sin embargo, enseguida se dieron cuenta de que podían ganar una fortuna exhibiéndola a ella por toda la costa este. Aquella no era su primera gira por Inglaterra.

Robin había leído en algún sitio que aquella mujer también procedía de Cantón. No estaba seguro de qué esperaba, más allá de echar un vistazo o, quizá, de tener un momento de conexión con alguien con quien compartía ciudad de origen. Su entrada incluía acceso a un camerino estridente publicitado como «el salón chino», decorado al azar con cerámica, copias de mala calidad de cuadros chinos y una cantidad abrumadora de oro y damasco rojo iluminado por faroles de papel baratos. La dama china se hallaba sentada en una silla frente a la sala. Llevaba una camisa azul de seda y abotonada y los pies, envueltos con lino de forma llamativa, descansaban sobre un pequeño cojín que tenía delante de ella. Parecía muy pequeña. El panfleto que le habían entregado en taquilla afirmaba que tendría unos veinte años, pero podría haber tenido perfectamente doce años.

La estancia era ruidosa y estaba atestada de público, la mayoría hombres. Hablaron en susurros cuando, lentamente, la dama se inclinó sobre sí misma para desenvolverse los pies.

La historia de sus pies también aparecía explicada en el panfleto. Como muchas jóvenes chinas, a Afong Moy le habían roto los pies y se los habían vendado cuando era muy pequeña para restringir su crecimiento y que adquirieran una curvatura poco natural, que provocaba que caminara de forma insegura e inestable. Mientras recorría el escenario, los hombres alrededor de Robin se abrían paso hacia delante, intentando contemplarla más de cerca. Robin no entendía el atractivo de todo aquello. La imagen de sus pies no parecía ni erótica ni fascinante, sino más bien una gran invasión de su privacidad. Al estar allí parado, contemplándola, se sintió tan avergonzado como si ella se hubiera bajado los pantalones delante de él.

Afong May regresó a su silla. De pronto, se encontró con la mirada de Robin. Parecía haber examinado la sala y detectado cierta familiaridad en su rostro. A Robin se le enrojecieron las mejillas al mirarla a los ojos. Cuando comenzó a cantar, una melodía cadenciosa y evocadora, que él no reconocía y no entendía, Robin se abrió paso entre el público y abandonó el lugar.

Aparte de Griffin, no había visto a ninguna persona china desde entonces.

Mientras navegaban tierra adentro, se dio cuenta de que Letty no dejaba de mirarle a la cara para luego centrarse en el rostro de los trabajadores del muelle, como si los estuviera comparando.



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